Frente a ti, Iglesia Amada, me presento en esta oración, traigo tatuado en mis entrañas ese nombre eterno del que habla el profeta Baruc: “Paz en la Justicia y gloria en la piedad” y esa certeza que me da tu Palabra: “El que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra, la llevará adelante hasta el día final (Fil 1,6)”, es decir siempre, siempre, siempre.

Dios nuestro, espíritu vivo en el adviento, siempre que tú me guíes, que me sigas llamando e invitando a anunciar tu belleza, a restaurar tus heridas, a tejer comunión; siempre que me sigas espejando e invitando a la conversión, viviré en paz, en esa paz inalterable de la que tantas veces Palau predicó.

Siempre que tu certeza me acompañe, siempre que acepte que la obra es tuya y que no me deje llevar por mi autosuficiencia, siempre que entienda que tu no abandonas a tus hijos y que incluso en el dolor más profundo, tu estás ahí cuidando y sufriendo con tu pueblo… entonces, seguiré anunciando tu Reino, que soy parte viva de esta Iglesia valiente. Entonces, seguiré pregonando que la vida la pena, profetizando esperanza, Pasión y coherencia. Entonces, solo entonces, comprenderé que no “puedo menos que corresponder a tu amor”, anunciar y predicar que existes, que eres infinitamente bella y amable, Iglesia.

Así y solo así, comprenderemos qué significa ser profetas de esperanza, y anunciar por los desiertos de la vida que la salvación está cerca, que se puede vivir de una forma distinta, que no estamos solos y que en la dificultad Dios mismo es nuestra fuerza, que lo torcido será enderezado y lo escabroso será camino llano.

Así y solo así veremos la gloria de Dios, si mantenemos viva la esperanza.

Envíanos, Iglesia, profetas de Esperanza, muchos Juan el Bautista que preparen el camino del Señor.

 

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – EUROPA

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