Los diez leprosos se paran a una distancia de Jesús y le gritan: «Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros». Su grito «ten piedad de nosotros» es el de la desesperación y el último recurso; es el grito de los enfermos, los excluidos y los despreciados.
Jesús reacciona a este grito de desesperación. No se mueve, no se acerca a ellos, no los alcanza, no los toca, no practica la imposición de manos. Literalmente les responde en el texto «Vais y mostraos a los sacerdotes» (versículo 14). Los diez leprosos obedecen esta sorprendente palabra de Jesús y emprenden el camino.
Y es en el camino, que se encuentran sanados y purificados. Esta vez, la curación se realiza a una distancia de Jesús, sin ningún contacto con Él. Por lo tanto, la forma en que tuvo lugar esta curación muestra que la palabra de Jesús no es solo una palabra de enviar bajo la mirada de Dios, sino también una palabra de acción sobre aquellos que ponen su confianza en Dios.
Cosa inesperada, uno de los diez leprosos, curado y purificado, desobedece y no sigue el mandato de Jesús. No se mostrará inmediatamente a los sacerdotes para que se reconozca su curación y se confirme su nueva pureza. Por el contrario, este samaritano regresó, glorificando a Dios. Regresa a Jesús para agradecerle, para darle gracias.
Este encuentro con Jesús cambió la vida de este samaritano:
- Estaba enfermo, Jesús lo sanó.
- Fue excluido, Jesús le dio su atención.
- Fue maldecido, Jesús lo liberó.
Su corazón, su vida cambia y la actitud que le sigue de inmediato es la del agradecimiento. Todos fueron sanados, uno sólo volvió, su corazón se convirtió. El verdadero milagro es el de este que volvió, porque se dejó tocar por el Dios que obró en él y regresó para agradecérselo, para reconocer al Dios que actúa en el camino.
Ahora este samaritano ya no está enfermo, excluido o despreciado. Está curado, puede disfrutar de su familia y amigos, una vez más puede vivir su fe en una comunidad, es libre y puede encontrar su lugar en su familia, y se salva a los ojos de Dios. Esto lo resume perfectamente Jesús en su última palabra:
«Levántate; Ve, tu fe te ha salvado «(versículo 19).
Cuántas veces hemos experimentado en nuestras vidas al Dios que actúa, cuántas veces hemos vuelto nuestro corazón hacia Él. Que hoy sea el día para hacer memoria de esto y que de esta memoria brote un corazón agradecido, pues la fe que salva y no sólo sana, se expresa en un simple: GRACIAS.
CARMELITA MISIONERA TERESIANA-ÁFRICA