Los diversos medios se hacen eco del derroche de solidaridad que presenciamos en este mundo nuestro abarrotado por la pandemia del coronavirus. También nosotros, a través de las redes y con las diversas propuestas tratamos de visibilizar los gestos de caridad, destellos de esperanza. Coser las mascarillas y batas, cuidar a los ancianos, enfermos o niños, creativamente reinventar los demás servicios adaptándonos a la situación mundial son solo algunos de ellos.
El Semanario Católico Alfa y Omega se hace hoy eco de la labor misionera en Filipinas, en una realidad que se ha visto modificada con la llegada del virus. Una realidad que pide respuesta. Nuestras hermanas en Manila, como lo hiciera nuestro fundador, beato Francisco Palau, atentas al grito de la Iglesia llagada y sufriente, tratan de responder a sus necesidades más urgentes.
En el contexto de la noticia que llega de un fondo extraordinario puesto en marcha por el Papa y gestionado por OMP, se desvela la nueva rutina de la hermana Gloria Esther Alonso. Tanto ella como otras hermanas cmt distribuyen bolsas de alimentos y cheques-comida de Cáritas a casi 700 familias de un barrio de chabolas cercano.
La ayuda material, la labor de concienciación, o la oferta de nuevos programas asistenciales que se ha podido realizar gracias a los donativos, también de la zona adinerada del vecindario parroquial. Pero no se puede olvidar que hay otras comunidades con múltiples necesidades. «Y cuando acabe esta situación también habrá que ayudar a la gente a remontar» – dice. La solidaridad es el camino. Para todos.
Fuente: Nº 1.164 – del 23 al 29 de abril de 2020, Alfa y Omega, edición online.
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