Caminando hacia el 30 de julio, día internacional de la lucha contra el tráfico humano, levanto mi voz por mis hijos, vivos y difuntos, por cada víctima de esta red de perversidad. Levanto la voz para decir NO al miedo, al silencio y a la indiferencia; y con fuerza digo basta, es tiempo de hacer visible lo que la corrupción y “poderosos” quieren ocultar, es el grito de mis hijos que me ensordece, que gritan pidiendo ayuda, que reclaman su derecho de vivir y de libertad. Cuando Dios me propuso esta misión, tampoco me imagina cómo sería, solo le dije Si a lo que el soñaba para sus hijos. Liberar a uno ya habría valido la pena, pero Dios, soñaba a lo grande y nos animamos a soñar con El (y digo “animamos” porque con un buen puñadito de gente, este sueño de liberación se hizo realidad). Hago eco de las palabras del Padre Palau:
   “Un grito de horror me despertó: «¡Padre mío, padre mío, ay, me ahogo!». Al despertar, vi que la hija de Jepté [Jc 11,34-40], vagueando por los desiertos, había caído al mar y luchaba contra las olas. Los pueblos lloraban, la compadecían, y la miraban desde un alto precipicio colocados a su borde, y no la auxiliaban por no perecer con ella. Yo tenía allí un rollo a mis pies de cuerda muy gruesa y fuerte. Cargué con él, bajé volando del monte, me acerqué al precipicio, extendí la cuerda, eché un cabo al mar, y del otro los pueblos tiraban y la decían: «Tente firme, no dejes la cuerda». Y tuvo firme y no dejó la cuerda, y subió salva y sana. Y en seguida oí la voz del Padre, que dijo: «Marcha, corre, mi hija se ahoga. Toma esta ley: ‘Amarás a Dios por ser El quien es, bondad infinita; y a tus prójimos como a ti mismo’[Mt 19,19; 22,39; Mc 12,31; Rm 13,9; Gal 5,14; St 2,8…] Desarróllala, tira un cabo al mundo, y que se tengan firmes a ella los pueblos si quieren salvarse de las aguas»”.(MR 1,24).  
Un poco así fue mi experiencia. Me sentía “aturdida” por los gritos de tantas víctimas, estaba llena de impotencia y cansancio porque la corrupción fuera cobrándose espacios y vida. Miraba, escuchaba, sabía, lo experimentaba, pero no tenía el valor de decir si, de comprometerme. Era necesario hacer una denuncia para concretizar ese “basta” que me ahogaba por dentro, era necesario, urgente, vital. Aun así, no quería “hundirme ni embarrarme con esta causa”. Pero Dios venció toda resistencia, y animada por las mediaciones, me animé a decir si. Un primer SÍ que trajo por consiguiente el discernimiento de cada día de si seguir diciendo sí, o por lo contrario, volver a mi aparente “normalidad o comodidad”. Y hoy, tras todo este proceso, seguiría diciendo sí, aún en todas las dificultades que pudieran aparecer, seguiría diciendo sí por tan solo ver la alegría de quienes son liberados. Ya no puede haber en mí un no, ya no hay vuelta atrás, luego de haber escuchado a tantas víctimas, a mis hijos, soy y seré siempre la “mamá ángel” de los que nadie ama, la “mamá ángel” de los que no cuentan ni importan, la «mamá ángel», como ellos me llaman.
“Mis hijos”, la misión que Dios me confió son el motor de esta lucha y de esta entrega, ellos confían en mí, en nosotros/as como familia. Ellos saben que cuentan con una familia numerosa, que tienen su mamá ángel, la abuela de brazos largos y muchos abuelo/as y tío/as que les cuidarán y protegerán siempre. Yo no puedo abandonarlos, hacerlo sería incluso atentar contra mi propia vida, contra lo que creo y lo que soy.
Y sumándome al testimonio de Hna. Olga, quiero invitarte a que tampoco les abandones. La oración puede llegar donde nosotros no llegamos. En otros comentarios iré contándoles experiencias y testimonios, pero hoy quiero contarles lo más reciente, lo más profundo en este momento.

Quizá para algunos sea una locura o pérdida de tiempo, quizá para otros difícil de entender, pero para mí es misión, es vida, es milagro, es Dios reflejado en mis pequeños.

Como no puedo estar con mis hijos y arroparlos a cada uno, porque en el mundo existen miles y miles de víctimas que gritan desesperadamente por liberación, y nadie los escucha, por los que mueren cada noche a mano de la perversidad y corrupción, por quienes son heridos y torturados por la crueldad del despiadado, por todos ellos, (por esta realidad y por tantas otras de nuestro mundo que oprimen y matan a los más vulnerables, es que le pido a Dios que cada noche me “LLEVE DE PASEO, ME LLEVE DE CAMINO”. Y que en ese caminar, me lleve donde están muriendo sus hijos sin haber sido rescatados, y que me deje tomarlos en mis brazos, acariciarles suavecito, custodiar sus últimas respiraciones y decirles al oído que no tengan miedo, que hay un Dios que los recibe, que pueden descansar en paz, que ya nadie les hará daño y que ese Dios, que tanto les ama, les dará el abrazo más gigante del mundo y les dirá cuán amado son, y ese abrazo sanará todas sus heridas y nadie podrá robárselos nunca, y así, que lo último que vean no sea el rostro del perverso que le ha hecho daño sino el rostro dulce de alguien que les ama.

Y así lo hago, desde la oración, con la certeza de que les llega. A veces, a medianoche o por la madrugada me despierto, y continúa mi tarea de cuidarles y acariciarles. Cada minuto está repleto de sentido, y no ha día ni noche que sea estéril. Y estoy segura que Dios, desde el misterio profundo de la oración, nos lleva (a todos los que queremos que así sea) a pasear y caminar por las calles del dolor de sus hijos, y de formas misteriosas y profundas nos acerca a sus hijos y nos regala el privilegio de aliviarlos, cuidarlos y acompañarlos. Es una experiencia orante que compartimos con Hna. Olga y que quiero compartirla con todos ustedes, con quien desee, con quien se anime. Por esta realidad y por muchas otras realidades que necesitan de quién se tome el tiempo de abrazarles, contenerles, custodiarles y recordarles que hay un Dios que los ama y está con ellos, aún en la noche más oscura. Dios quiere la liberación de su pueblo, sufre junto a cada uno de sus hijos y está haciendo su obra de maneras misteriosas pero constante, y para ello, necesita quién le ayude, quién se haga rostro y caricia tangible para sus hijos. Yo le digo que sí y te animo a que le sigas diciendo sí.Y, por último, un llamado de atención a toda nuestra sociedad. Sin clientes el negocio de la trata, narcotráfico y pornografía no subsiste. Si conoces algún dato que pueda ser un aporte para que alguien sea liberado no te calles, no te lo guardes. Tu valentía puede ser la liberación y salvación de los hijos de Dios, tus hermanos. En el siguiente escrito, les contaré qué ha sido lo más importante para mis hijos en este proceso de liberación. Les doy un adelanto, con la frase de Palau:

“nuestro corazón fue fabricado para amar y ser amado, y sólo vive de amor”.

Marcela Macagno, cmt