¡ HOY !
Sintámonos bendecidas hermanas, demos gracias a Dios por haber irrumpido en nuestra historia con un HOY que no nos puede dejar igual que antes, un HOY que nos ha mostrado el verdadero rostro de la Iglesia que profesamos amar y servir, un HOY que nos desafía cada vez más en nuestra vocación.
En lo personal, siento que el Señor me regaló, desde el servicio que me ha pedido en este HOY, poder ser parte de esta causa… conocer tantos relatos de pequeños gigantes, valientes y frágiles, heridos y rescatados; relatos que me hacían casi tocar su corazón enternecido ante una palabra de “mamá ángel” que les hablaba del Amor de Dios por cada uno de ellos, que les prometía aquel abrazo eterno donde encontrarían reposo y ternura para siempre, que les hablaba que Dios los amaba como a la niña de sus ojos…
… ser testigo de los desvelos y luchas de hermana María José, que en su calidad de primera responsable asumió una valiente responsabilidad que le ha supuesto mucha lucha, discernimiento, decisión, valentía, dolor… y que en su calidad de religiosa comprometida con los más pobres, encendida de pasión y compromiso se entregó por entero “amando hasta el extremo, dejándose la piel, entregando las entrañas, sus entrañas de mujer…” Que nos implicó en todo lo que pudo, invitándonos a discernir juntas, a orar en los momentos álgidos que han sido muchos, compartir con nosotras las alegrías, las noticias de liberación que recibíamos y que, ante todo, siempre buscó dejarse iluminar y confrontar.
… ser testigo junto a mis hermanas del consejo que todas a una, fuimos acompañando, orando y validando cuando fue necesario, cada paso a dar con una maravillosa unanimidad, como una sola alma y un solo corazón.
… testigo de este ángel que le dio este HOY a nuestra familia religiosa y que con una valentía que solo puede venir de Dios, se enfrentó a los gigantes de este mundo por amor a los más pequeños y desamparados,…testigo también de quien estuvo a su lado más directo y que con firmeza y ternura maternal acompañó su confinamiento, sus paseos, sus desvelos, cada vaivén que la causa traía, enjugó sus lágrimas y compartió sus alegrías. Testigo de todos aquellos que fueron sumándose en esta causa de liberación.
En estos tiempos en que los abrazos están prohibidos, confieso y declaro: ¡NO dejaré de darlos! De a uno, de a dos, de a cientos y miles, ya que no hay pandemia peor que la deshumanización, el uso y abuso de seres inocentes, la violencia y la perversión… Desde el silencio de la oración, me acercaré de puntillas y abrazaré a cuántos pueda; desde el dolor y la incomprensión, seguiré apostando por abrazar esta realidad que me ha sido desvelada; desde la admiración y el agradecimiento seguiré abrazando a quienes siguen en esta lucha; desde el lugar que me compete, seguiré abrazando, acompañando y sosteniendo a quien abraza, acompaña y sostiene.
¡NO DEJARÉ DE ABRAZAR! Ese es mi compromiso conmigo, contigo, con ellos, con la Iglesia.
Hermana Marcela Jaque, consejera general CMT