El día 10 de marzo de 1872 había llegado a Tarragona enfermo, contagiado por haber asistido a los apestados en Calasanz (Huesca). Diez días después, 20 de marzo, murió en dicha ciudad tarraconense rodeado de los hermanos y hermanas carmelitas por él fundados. Acusado de práctica ilegal de la medicina, suspendido en sus licencias ministeriales por el vicario capitular de Barcelona, sede vacante, Juan de Palau y Soler… Querido y venerado por sus hijos e hijas espirituales, por el pueblo…
Quienes le vieron morir, testifican: invocaba a María, a san José, a su Ángel de la Guarda, hablaba con santa Teresa, hablaba de la Iglesia. Con estas palabras en sus labios murió: He sujetado mi juicio, no me ha apartado nunca de la Iglesia… Ya es la hora, Teresa. (Vivo y viviré por la Iglesia, Josefa Pastor, cmt)
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“Mis amadas hijas, hace 148 años que he partido de esa tierra tan querida a la cual serví con mucho ímpetu, pasión, humildad y amor. Le dediqué lo mejor que pude dar: mi vida. Sí mis hijas, mi vida… mi vida donada a la Iglesia, mi Amada, Dios y la humanidad. “No hay amor más grande que dar la vida” y como muchos otros, yo la di…
“Te amo, tú lo sabes: mi vida es lo menos que puedo ofrecerte
en correspondencia a tu amor”. MR, III, 3
Antes que Dios me llamara a la Jerusalén gloriosa, me volqué en el servicio a los enfermos que padecían de la epidemia de tifus junto a algunas de vuestras hermanas en Calasanz. La peste arrasó con la vida de muchas personas entre ellos el párroco, el cirujano, el alcalde y muchos tantos que murieron víctimas de esta enfermedad… los pobres quedaron destituidos de todo socorro material…
Llegué enfermo a Tarragona y morí acompañado de mis hermanos y hermanas, hijos e hijas. En mis últimos momentos tuve la certeza…
“He sujetado mi juicio, no me ha apartado nunca de la Iglesia… Ya es la hora, Teresa”
Hoy, que desde el cielo miro y contemplo lo que están viviendo con esta catástrofe que está aconteciendo, os digo:
“Mírale en este cuerpo que es su Iglesia, llagado y crucificado, indigente, perseguido, despreciado y burlado.
Y bajo esta consideración, ofrécete a cuidarle y prestarle aquellos servicios que estén en tu mano”. Cta 42, 2.