Hoy el “asunto” es de sorderas y mutismos… pero ante todo de FIDELIDAD de Dios a su promesa.

Las promesas de Dios se cumplen siempre y en la persona de Jesús han llegado a su plenitud. Estos signos mesiánicos descritos en la lectura de Isaías (1ª lectura) son la esperanza para los cobardes de corazón, para aquellos que, ayer y hoy, necesitamos ser fuertes y alejar el temor de nuestras vidas volviendo nuestra mirada a Jesús, la promesa llevada a la plenitud.

Porque a menudo el miedo nos vence y cierra nuestros oídos y labios, y nos abandonamos a nuestras cobardías y es ahí cuando callamos aquello que debemos gritar y dejamos de oír aquello que clama justicia; nos marginamos o marginamos esas realidades molestas que atentan contra nuestro “status quo”, prefiriendo dejar las cosas como están para que no suceda algo fuera de la normalidad, algo que nos haga salir de nuestra situación de confort…

  • Y nos quedamos sordos y mudos ante los dolores de las personas marcadas por la enfermedad, angustias y dificultades;
  • nos quedamos sordos y mudos frente a las injusticias que se dan en nuestro entorno y en nuestro mundo;
  • nos quedamos sordos y mudos ante el maltrato que se puede estar dando ahí mismo, a tu lado, en casa de tu vecino y aún en tu propia casa;
  • nos quedamos sordos y mudos ante el flagelo de la guerra o de regímenes totalitaristas e inhumanos que atentan contra los derechos más básicos de las personas;
  • nos quedamos sordos y mudos frente a nuestras propias sorderas y mutismos “naturalizando” una forma de vida “aséptica” en la que nos cuidamos de mantener las distancias y de cubrirnos la cara…
… Pero, ahí sale Jesús al encuentro, en el camino y ¿qué hace? Él nos aparta del resto; nos toca, mete los dedos en nuestros oídos y con la saliva nos toca la lengua; miró al cielo y desde un suspiro pronuncia su palabra sanadora sobre nosotros:
¡Effetá! ¡ábrete!
¡EFFETÁ! ¡ÁBRETE! al dolor de los demás, a su sufrimiento, a su vulnerabilidad.

¡EFFETÁ! ¡ÁBRETE! a involucrarte en la construcción de una sociedad más justa.

¡EFFETÁ! ¡ÁBRETE! a interceder y denunciar todo aquello que atente contra la dignidad de nuestros hermanos, no haciendo acepciones de personas o mas bien, haciéndolas pero siempre en favor de los más desfavorecidos.

¡EFFETÁ! ¡ÁBRETE! a la cerrazón de la ceguera de nuestro egoísmo y deja dejar salir los rencores, las tristezas, las desconfianzas, los miserias, las amarguras, los malos pensamientos que impiden que la plenitud de la promesa llegue a nuestras vidas.

 

Señor Jesús, plenitud de las promesas de Dios,

Tú que “todo lo haces bien”,

pronuncia tu Palabra sobre nuestras vidas

y ábrenos a la realidad del nuevo Reino,

aquel que has prometido a quienes te aman. Amén.