Pedro, han pasado los días, has visto al Señor resucitado y sin embargo, tú decides volver a tu rutina de siempre, la de antes: «Voy a pescar» … Lo conocido te sigue atrayendo, pues Aquel que te descolocó con su mensaje, con su muerte y con su resurrección, te desconcierta, te inquieta, te incomoda… Si además le sumas a esto que tu traición, tu negación de Jesús te hace pensar que es casi imposible restablecer la relación, puedo hasta comprender que quisieras hacer como si nada hubiese pasado y decidas volver a lo seguro, a tu oficio de toda la vida… y los demás te siguen aun: «Nosotros también vamos contigo» … Sin embargo, cuando tu esfuerzo y el de los demás está siendo infructuoso, nuevamente aparece un “desconocido” que te da las indicaciones para llenar tu red de peces… aún así no lo reconoces. Me atrevo a pensar que la decepción que sientes de ti mismo, te impide encontrarte con el Maestro… tu mirada está muy nublada aún… Sin embargo, hay siempre uno que da la advertencia: “Es el Señor” y tú, sin pensarlo siquiera, te lanzas hacia la orilla para estar con Él, comes con Él y aun así no te atreves siquiera preguntarle si es Él, pero tu corazón sí que te lo indica…
Y Jesús vuelve a tomar la iniciativa: “Pedro, ¿me amas?” … Ya no eres el Pedro que era capaz de todo por el Maestro, eres un hombre que se encuentra en un momento crucial de su vida… o te hundes en la autocompasión por tu condición de pecador, por haber traicionado a tu amigo, o te lanzas al Amor… Y Jesús te lo hizo un poco más fácil… tomó nuevamente la iniciativa y te ayudó a profesar tu amor por Él y no una, sino tres veces, no para convencerlo a Él, sino para ayudarte a convencerte a ti mismo y renueva la misión a ti encomendada: “apacienta a mis ovejas”.
“Sólo el amor consigue encender lo muerto, sólo el amor convierte en milagro el barro” dice una canción que me viene a la memoria al contemplar la experiencia de Pedro… sólo el AMOR es capaz de hacerlo salir de su autocompasión, de su inercia; sólo el AMOR es capaz de desinstalarlo nuevamente de su “querer seguir como era antes” y sólo el AMOR es capaz de nuevamente lanzarle la invitación: “SÍGUEME”… con todo lo que es, con toda la historia de encuentros y desencuentros que se ha tejido, con toda su debilidad… SÍGUEME…
Señor Jesús, ayúdanos a confirmar nuestra fe a través del Amor, ayúdanos a salir de nuestra autocompasión, de nuestra debilidad, de nuestra comodidad, para abrirnos al Amor de verdad y abrazar tu proyecto: “apacienta mis ovejas” … a ocuparnos de los pequeños e indefensos. Que este AMOR hecho donación hacia quienes más nos necesitan, sea el motor y el fin de esta relación restablecida, renovada y confirmada para así poder afirmar como Pedro y los apóstoles: “Nosotros somos testigos de estas cosas…” porque en el AMOR está la clave.
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