Jesús va a Jerusalén con sus más cercanos, con los hombres y mujeres con quienes había recorrido los caminos de Israel anunciando la Buena Nueva, obrando milagros, compartiendo rutas, comidas, vida; hombres y mujeres a quienes habló en la intimidad de tantas noches alrededor de un fuego, amigos, hermanos, enviados, herederos de una misión. Hoy nos hacemos parte de esa pequeña comunidad que celebrará la cena, que orará en Getsemaní, que tendrá miedo y quizás también parte de los que escapan frente al peligro de ser un seguidor y miran desde lejos a su amigo y maestro colgado en la cruz.
Es la historia de un amor verdadero, sincero, total, un amor que restaura, que libera, que se hace camino de vida, que se revela como la clave para alcanzar nuestra plenitud personal y comunitaria, que nos rompe los esquemas, que nos pide siempre más, pero no como una exigencia sino como un anhelo que se va desarrollando en nuestro interior a medida que vamos conociendo el corazón del Señor, sus sentir, su mensaje, su estilo, los frutos de su paso por nuestra existencia, por nuestro mundo.
Que los ritos de estos días, las celebraciones bellas y sentidas faciliten asomar “la verdad de nuestro amar”, no tanto por las lágrimas que derramemos o el ayuno que hagamos sino por mirar con humildad y honestidad cómo amamos en lo concreto y en el día a día. ¿A quienes amo? ¿En qué se nota mi amor por ellos? ¿A quienes amo menos o directamente no amo? ¿En qué se nota mi desamor por ellos?
Miremos a Jesús, contemplemos como nos está amando y hasta donde nos está amando … miremos a nuestro alrededor y dejémonos mover por la necesidad de amor de tantos y tantas. Semana santa no es una experiencia entre Jesús y yo solamente, es una experiencia de familia creyente, de humanidad necesitada de su amor, de su salvación, es una vivencia que nos compromete con el otro, con los otros, con su dolor, con su soledad, con su desamparo, con su vulnerabilidad.
Miremos profundo en nuestros corazones y decidamos en este primer día de semana santa a quienes voy a sentar a la mesa de mi cena, por quienes voy a orar en Getsemaní, a quienes voy a acompañar en su dolor y por el bien de quienes voy a disponerme a sacrificar de lo mío por el bien de ellos.
Bendecida Semana Santa