Los objetivos fueron principalmente poder compartir con los jóvenes, vivir con ellos la experiencia de encuentro, esperar al Papa, oración y gozo en medio de la diversidad y pluralidad, compartiendo al mismo tiempo nuestro carisma.
Nuestro camino lo comenzamos en Fátima. Este ha sido el primer gran regalo de esta experiencia. El poder vivir los Días de diócesis a los pies del Santuario, siendo acogidas con cariño por las hnas. Reparadoras y compartir nuestro día a día con jóvenes de distintos lugares ha sido una verdadera preparación para el encuentro de Lisboa. En los pocos días que estuvimos en Fátima formamos con los jóvenes UNA FAMILIA, el ambiente lleno de alegría, de gozo, una Iglesia que ora, canta, baila y comparte su experiencia de fe y vida. Ahi también tuvimos la oportunidad de presentarle nuestra espiritualidad y carisma, como también conocerles y quererles.
La presencia de María se sintió fuerte en aquellos días y la vida de los pastorcillos nos hizo caer en la cuenta, una vez más, que para Dios los corazones de los niños y jóvenes son el lugar privilegiado donde puede hacer maravillas.
El día 31 partimos para Lisboa muy agradecidas por la acogida recibida y con la expectativa de vivir gozosamente este tiempo, con un corazón ilusionado por otros encuentros significativos.
Como compromiso de estas Jornadas los días de 1al 4 de agosto nos dedicamos a ayudar en La Feria Vocacional, prestando servicio como voluntarias en el stand organizado desde la Conferencia Episcopal Española que consistia en ofrecer a los jovenes la oportunidad de hacerce preguntas acerca de sus sueños, projecto de vida, vocación. En los cuatro días, las 7 hermanas hemos dedicado en conjunto más de 50 horas a la pastoral vocacional en el dicho stand. Y terminamos esta experiencia con un sentimiento de gratitud por poder ser el instrumento en el camino de muchos jóvenes. El espacio de reflexión y discernimiento que se les ofreció por medio en una forma moderna y atractiva tipo «reto», nos ha dado una visión de los jóvenes en búsqueda, con muchas preguntas, con muchas inquietudes, ilusiones, necesitados de poder nombrar lo que anida en su interior y compartirlo sin miedo a ser juzgados.
Ha sido una verdadera bendición poder formar parte de este servicio, donde además de atender a los jóvenes pudimos dar el testimonio de una Iglesia y una Vida Religiosa unida, abierta y cercana, que es capaz realizar un proyecto común entre varias congregaciones, donde se comparte con sencillez.
A lo largo de estos días hubo varios momentos, palabras del Papa, sus gestos sencillos pero muy significativos que nos llenaron de emoción por una parte y por otra nos animan a seguir sembrando las semillas de fe, del Evangelio hecho vida, semillas de comunión, esperanza y amor.
¡Nos encontramos con otra CMT!
Hermana María Ahumada que ha viajado con un grupo de jóvenes de la Parroquia «Our Lady of Sorrows» de Vancouver, Canadá