La Fe, esperanza y caridad, para San Juan de la Cruz, son virtudes teologales no sólo porque tienen a Dios como objeto, sino porque son don de Dios al hombre, que se convierten en posesión y hábito de la persona en la medida que las acoge como tal don de Dios. De ellas se puede afirmar que son a la vez don gratuito de Dios y fruto del esfuerzo y compromiso humano.
Al Dios que se nos ha revelado en Jesucristo, el hombre responde con la fe. Al Dios que promete una plenitud de vida, el hombre responde con la esperanza; y al Dios Amor que nos ha amado primero, el hombre responde con la caridad que es el amor de Dios derramado en nuestros corazones (cf. Rom 5, 5).
Cada una de virtudes teologales es considerada como imprescindible para la vivencia teologal e incluso para la vivencia de las demás virtudes.
La “noche oscura” es un proceso por el que se llega a la unión con Dios. Un largo y arduo camino que tiene mucho que vercon negación y purificación. La noche oscura es el momento de mayor intervención de Dios en el ser humano y al mismo tiempo es el momento de mayor actitud teologal, de receptividad, como respuesta a la influencia divina.
La libertad de corazón es imprescindible para poder “volar a la libertad y descanso de la dulce contemplación y unión” con Dios.
Vivir el compromiso de amar a Dios con todo el ser y voluntad trae consigo, como consecuencia, la tensión por vivir según la verdad del evangelio. Con las virtudes teologales, el ser humano tiene capacidad de infinito.
Con la lectura de algunas cartas de san Juan de la Cruz hemos visto con claridad la actitud teologal con la que afrontaba las situaciones concretas de la vida y como aconsejaba a otras personas para que se ejercitaran en la vida teologal.
Por la tarde, espontáneamente, cada Hermana del grupo ha compartido experiencias de su historia de salvación.
Como colofón el P. Miguel nos ha leído la carta de un Jesuita dirigida a sus Hermanos de la Compañía, en la que narra su experiencia de “noche oscura” vivida durante ocho años. Experiencia que llevó al encuentro con Dios y consigo mismo. La carta está fechada en Jalisco 1997, centenario de la muerte de Santa Teresita del Niño Jesús, a la que invoca y pide ayuda.
Al final de la tarde hemos celebrado las Vísperas y la Eucaristía presidida por el P. Miguel. Damos gracias a Dios por estos días vividos y por la doctrina recibida.