Aquí me tienes Señor, buscando una palabra que exprese lo que siento ante lo que me dices hoy. Y, la verdad…no me está resultando nada fácil. Me encuentro afectada y dolorida, hasta casi un poco inquieta. Te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres, para que se arrepientan…A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”.

 Me he acostumbrado a la escena de Zaqueo. Él queriendo verte y tú regalándole con tu mirada, esa mirada capaz de llegar a lo más hondo de las entrañas de quien se encuentra contigo. Y se abre a Ti y…se transforma su vida. El ladrón comparte. Y me produce una gran alegría. Creo en la posibilidad de conversión, suya y mía.

Pero, la vida, a lo largo de toda la historia me presenta realidades crueles, personas capaces de hacer mucho daño: poblaciones enteras que mueren de hambre, mujeres y niños víctimas de la trata, guerras donde siempre sufren los más vulnerables…Sé que mi modo de vivir favorece que se produzcan algunas de estas cosas, pero ¡claro!, no las provoco de cerca y eso calma y adormece mi conciencia.

Con todo me atrevo a preguntarte: ¿Cómo alabar tu paciencia infinita con cada una de tus criaturas, tu amor incondicional… si esa paciencia tuya va permitiendo que algunos sigan actuando perversamente y provocando tanto sufrimiento?

Perdona Señor, pero no me siento lejos del salmista cuando escribe: “El Señor protege a cuantos lo aman, pero a todos los malvados aniquila, para así defender a quienes en Él confían – añade la nota de mi Biblia-. No me cuesta entenderle, aunque ni me atreva a poner la letra muy grande.

Dice Etty Hillesum en su diario:

“Por formularlo ahora de forma muy cruda –lo que probablemente haga daño a mi pluma estilográfica-: si un hombre de las SS tuviera que darme una paliza hasta la muerte, yo levantaría todavía los ojos para mirarle a la cara, y preguntaría, con una expresión de estupefacción mezclada con miedo, y por puro interés respecto a la humanidad: Dios mío, muchacho, ¿qué cosa tan terrible te ha ocurrido en la vida que te empuje a tales acciones?”

Tengo mucho camino por andar lo reconozco. Siento que aún tienes mucho que transformar en mí. Entiendo, como nunca, que sólo Tú puedes hacerlo y te pido con las palabras de Pablo:

“Hazme digna de tu vocación,

para que con tu fuerza me permitas cumplir

no sólo todo buen propósito, sino también la obra de la fe.

Para que Tú seas glorificado en mí y yo en ti”

Con Palau quiero mirarte oh Iglesia: “Mírame –dijo-; sí, mírame con libertad y detenidamente.

Cuanto más me mirarás, más me amarás; y más me amarás, más puro y casto serás.

Tú has venido a este monte preguntando por tu Amada. Yo soy, estoy aquí, mírame”. (M.R. 17, 3)

  • Que esa mirada me ayude a descubrir ese rayito de belleza presente en cada persona.
  • Ayúdame Señor a dejar el juicio en tus manos, a colaborar en tu obra centrándome cada día en hacer crecer el amor.
  • Quiero dejarte oh Dios, ser Dios.
  • Ojalá pueda comprender a fondo que:

“El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar

lo que estaba perdido”

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – EUROPA

Haz click aquí para descargar pdf: Domingo 3 de noviembre de 2019