Sí, miradlo entrar, pero…MIRAD BIEN

porque el Señor a quien buscamos, el mensajero de la Alianza que deseamos, ese que viene como un fuego de fundidor, como lejía de lavandero…ese que nos anuncia el profeta Malaquías y ante el cual el salmista nos pide que alcemos los dinteles entrará de pronto, pero… ¿dónde lo podremos encontrar? ¿Qué dinteles debemos alzar? ¿Dónde entrará?

¿Dónde mirar HOY, qué y a quien buscar?

Quizá pueda ayudarnos Simeón que tomando a Jesús en brazos bendijo a Dios porque en Él sus ojos vieron al Salvador, descubrieron al que es luz para alumbrar a las naciones.

O también Ana, una mujer anciana que intuyó que aquel niño tenía algo que ver y que decir a aquellos que esperaban la liberación de Jerusalén.

¿Qué tenía la mirada de Simeón y de Ana que les hizo capaces de ver en un niño frágil y vulnerable al salvador que esperaban?

De Simeón nos dice la palabra que era un hombre justo y piadoso que esperaba el consuelo de Israel. De Ana, que era una mujer anciana entregada al servicio de su Dios, una mujer que se mantenía en su presencia día y noche.

Simeón esperaba el consuelo, Ana al que era la liberación de Israel.

Aunque Dios es Dios y actúa como y cuando quiere, algo me enseñan estos dos compañeros de camino en mi vida de fe. ¡Cuánto hay de común en ellos! Dos personas piadosas, que se mantienen en la presencia de Dios, con actitud intachable, justa, viviendo a su servicio y…manteniendo la esperanza. Por la pinta y las edades, manteniendo durante mucho tiempo la esperanza. Inquebrantable, con confianza plena en las promesas de Dios. ¡Cuánto para aprender y aplicar en mi vida personal! Y, en esta jornada ¡cuánto para aplicar a nuestra Vida Consagrada!

Ayúdanos Señor, a vivir como Simeón y Ana,

con honestidad y limpieza de corazón.

Ayúdanos, Señor a permanecer a la espera,

a vivir día y noche en tu presencia,

Ayúdanos, Señor a mirar con una mirada nueva

para descubrirte donde Tú habitas.

Ayúdanos Señor a buscarte en lo cotidiano y sencillo,

en las cosas normales y sin ruido.

¿Cómo descubrirte, Señor en un niño vulnerable y frágil,

como tantos otros niños?

¿Cómo reorientar nuestra mirada y mantenerla enfocada

a la realidad que necesita consuelo y liberación

como las miradas de Simeón y de Ana?

Ayúdanos, Señor atrae nuestras miradas

ahí donde Tú estás.

Ayúdanos a acoger nuestra propia fragilidad y

céntranos en la entrega y el servicio incondicional

a cada persona que necesita consuelo y liberación.

 

Con que claridad nos dice Palau dónde lo vamos a encontrar:

 

“Mírale en este cuerpo que es su Iglesia, llagado y crucificado,

indigente, perseguido, despreciado y burlado.

Y bajo esta consideración, ofrécete a cuidarle

y prestarle aquellos servicios que estén en tu mano.

Mírale además como a señor y dueño y rey del mundo,

y como no reina en nosotros sin nosotros,

sino con nosotros, en nosotros y por nosotros,

bajo este punto de vista ofrécetele también a cuanto quiera de ti”. (C 42)

 

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – EUROPA

Versión para descargar: Domingo 020220