Quizá para algunos sea una locura o pérdida de tiempo, quizá para otros difícil de entender, pero para mí es misión, es vida, es milagro, es Dios reflejado en mis pequeños.
Como no puedo estar con mis hijos y arroparlos a cada uno, porque en el mundo existen miles y miles de víctimas que gritan desesperadamente por liberación, y nadie los escucha, por los que mueren cada noche a mano de la perversidad y corrupción, por quienes son heridos y torturados por la crueldad del despiadado, por todos ellos, (por esta realidad y por tantas otras de nuestro mundo que oprimen y matan a los más vulnerables, es que le pido a Dios que cada noche me “LLEVE DE PASEO, ME LLEVE DE CAMINO”. Y que en ese caminar, me lleve donde están muriendo sus hijos sin haber sido rescatados, y que me deje tomarlos en mis brazos, acariciarles suavecito, custodiar sus últimas respiraciones y decirles al oído que no tengan miedo, que hay un Dios que los recibe, que pueden descansar en paz, que ya nadie les hará daño y que ese Dios, que tanto les ama, les dará el abrazo más gigante del mundo y les dirá cuán amado son, y ese abrazo sanará todas sus heridas y nadie podrá robárselos nunca, y así, que lo último que vean no sea el rostro del perverso que le ha hecho daño sino el rostro dulce de alguien que les ama.
Y así lo hago, desde la oración, con la certeza de que les llega. A veces, a medianoche o por la madrugada me despierto, y continúa mi tarea de cuidarles y acariciarles. Cada minuto está repleto de sentido, y no ha día ni noche que sea estéril. Y estoy segura que Dios, desde el misterio profundo de la oración, nos lleva (a todos los que queremos que así sea) a pasear y caminar por las calles del dolor de sus hijos, y de formas misteriosas y profundas nos acerca a sus hijos y nos regala el privilegio de aliviarlos, cuidarlos y acompañarlos. Es una experiencia orante que compartimos con Hna. Olga y que quiero compartirla con todos ustedes, con quien desee, con quien se anime. Por esta realidad y por muchas otras realidades que necesitan de quién se tome el tiempo de abrazarles, contenerles, custodiarles y recordarles que hay un Dios que los ama y está con ellos, aún en la noche más oscura. Dios quiere la liberación de su pueblo, sufre junto a cada uno de sus hijos y está haciendo su obra de maneras misteriosas pero constante, y para ello, necesita quién le ayude, quién se haga rostro y caricia tangible para sus hijos. Yo le digo que sí y te animo a que le sigas diciendo sí.Y, por último, un llamado de atención a toda nuestra sociedad. Sin clientes el negocio de la trata, narcotráfico y pornografía no subsiste. Si conoces algún dato que pueda ser un aporte para que alguien sea liberado no te calles, no te lo guardes. Tu valentía puede ser la liberación y salvación de los hijos de Dios, tus hermanos. En el siguiente escrito, les contaré qué ha sido lo más importante para mis hijos en este proceso de liberación. Les doy un adelanto, con la frase de Palau:
Marcela Macagno, cmt