“Raquel llora por sus hijos y se niega a ser consolada,

pues se ha quedado sin ellos.

Así dice el Señor: contén tus gemidos y tu llanto, reprime las lágrimas

de tus ojos, tus penas serán recompensadas, volverán, tus hijos volverán”.

Jer 31, 15-17

Con este texto bíblico quiero iniciar este nuevo compartir, para honrar, abrazar y de alguna manera reverenciar el dolor de tantas familias, madres, abuelas y hermano/as que lloran la ausencia de un ser querido, de todas las “Raquel” que viven la incertidumbre desde su desaparición y que llevan meses, e incluso años, en una espera sin consuelo, familias que no vuelven a vivir en paz, que quedan fragmentadas, heridas, llenas de culpas, de miedos, de impotencia. En mayo de 2019, fuimos instrumento para que la luz llegara al hogar de María (llamémosle así para cuidar su identidad)., una madre de tres hijas, de las cuales dos fueron raptadas por esta red muerte seis años atrás.
Esta madre, cada 26 de mes, acudía a las dependencias de la comisaría por 24 hs pidiendo justicia por sus hijas, ni un solo minuto dejó de buscarlas y ni exigir que fueran encontradas. Quizá para algunos ella era “un estorbo”, para otros “una loca”, para muchos otros “una madre descuidada”, ¿cómo es posible que le robaran a sus dos hijas?, ¿qué clase de madre era? Juicios por doquier escuchó esta madre durante seis años, pero poca ayuda. Toda una familia destruida. Su hija mayor, una pequeña de 12, a quién le arrebataron de la mano a sus dos hermanitas, solo encontró refugio a su culpa y soledad en las drogas. ¿Quién repara el daño y la herida de toda una familia? Aún así, nunca dejo de buscarlas, nunca bajó los brazos, nunca arrancó de su corazón de madre su obligación y deseo de encontrarlas. Es que una madre no se cansa de luchar cuando sabe que sus hijos están en peligro. Una llamada, en mayo de 2019, le devolvió la esperanza y su vida y familia se llenó de nuevo luz. Existía una posibilidad de que sus hijas estuvieran vivas, debía acudir a reconocerlas. Aún no sabiendo si serían o no, en seis años era la primera llamada que recibía con alguna posibilidad a noticia, en su corazón no cabía más felicidad.

TESTIMONIO

Reencuentro de la madre con sus hijas

Luego de corroborar que las dos niñas eras las hijas desaparecidas de la Señora María, se procedió a facilitar el reencuentro. Una imagen entrañable: llanto a gritos y lágrimas y besos y abrazos interminables. No lo pueden creer. Sin parar, una y otra vez, se miran y lloran. Esa madre e hijas no entienden lo ocurrido, solo dicen que es un milagro. Esa mamá pidió que les diga a ustedes que no le alcanzará la vida para agradecerles, que ustedes son la prueba de que Dios existe. Al contarle que Ángel hizo posible esto dijo querer conocerla. Le explicamos que eso no es posible y ella dijo que monjita que encuentre, la abrazará y ayudará por el resto de sus días porque Dios le devolvió sus hijas con vida. Dios la escuchó.

Dios existe, repetía esa madre, “ustedes son la prueba de que Dios existe”, replicaba. La felicidad volvía a ese hogar, la certeza de que hay un Dios que no les abandona, será un sello indeleble por el resto de sus días. Y en eso pienso, e quiero invitarles a reflexionar sobre, si realmente somos conscientes de lo que irradiamos o significamos como cristianos para los que nos rodean, para la Iglesia, para la humanidad.

“Nuestras obras hablarán por si solas y reflejarán lo que somos y de quién somos”. La boca puede repetir discursos y podemos ser muy doctos en teorías y bibliografías, pero las obras pondrán de manifiesto lo que realmente llevamos en el corazón. Por nuestras obras, por lo que testimoniemos y reflejemos muchos descubrirán que quizá si hay un Dios que existe, que escucha, que acompaña, que consuela. ¡La humanidad necesita de Dios!¡Necesita redescubrir la verdadera imagen de Dios padre/madre, amoroso, misericordioso y cercano! Y para ello necesita de nosotros, de gente que libre y generosamente quiera ser instrumento dócil en sus manos. La obra es suya y quiere hacernos partes. El nos necesita ahí, al lado de su pueblo, cercano/as a los que sufren, ahí mismo “donde parece que los pobres no cuentan”.

Crear comunión, restaurar, embellecer, escuchar y responder, toda nuestra fuerza carismática y misionera, al servicio de la vida que clama, que llora desgarradoramente, quebrada por la impotencia e injusticia. Ellos necesitan a Dios, ellos nos necesitan ahí, como luz, aunque sea pequeñita, de que Dios existe y no les ha abandonado. A veces la noche puede ser muy cruel y sin esa luz, la desesperación se vuelve insoportable. Invitarte a que leas el siguiente testimonio y lo dejes resonar en tu corazón:

 

(La madre llora desconsolada mientras abraza a su hijo).

– Díganle a ese ángel y su ejército, gracias de mi parte, porque ha hecho lo que hasta ahora nadie había hecho por mi: devolverme lo que más deseaba. Solo un ángel podía hacerlo. Solo Dios sería capaz. Cuando me llamaron para darme la noticia, no podía creerlo, pensé que me estaban jugando una broma pesada.

Pero al verlo cruzar por esa puerta se me aflojaron las piernas y se me salió el corazón. ¡Está vivo!¡Está vivo!¡Me lo devolvieron!

No hay peor cosa que la incertidumbre, desespera, es como un cáncer que te come por dentro. Incertidumbre si está vivo o muerto, cerca o lejos, si volverá o jamás lo hará.

Angel tu sabes bien lo que has hecho, porque el que da la vida sabe lo que significa esto. La vida y las mil vidas que me queden será para agradecerte tanto amor. Gracias a ti y a todos los que contigo están regresándonos a nuestros niños y jóvenes, algunos ya serán adultos.

En este barrio aún hay 13 desaparecidos, es tierra de nadie, los pobres no valemos, a los pobres nadie escucha, a los pobres nadie les hace justicia.

Las familias de este barrio reclamamos la vida de José (desaparecido hace 9 años), las trillizas (7 años desaparecidas), José (6 años desaparecidos), 4 “Marías” (3 años desaparecidas), María (un año desaparecida) y María (cuatro meses desaparecida).  

 

Porque hay muchas vidas aguardando, porque si hay 40.000.000 millones o más de víctimas, hay 40.000.000 de familias destrozas es que digo sí, porque la Iglesia me ha consagrado por ellos, para dar la vida, para gastarla por el reino y a favor de la verdad, la libertad y la justicia.

Quiero ser esa luz encendida que anuncie al mundo que Dios sigue presente, luchando codo a codo y a brazos partido por sus hijos, por su pueblo. Quiero ser esa luz de esperanza que sostenga el dolor desgarrador de los que aún esperan, de los que no se saben escuchados.

Y a ustedes familias, no seremos muchos, ya lo he dicho, pero tampoco somos pocos, somos un puñadito de gente dispersos en el mundo que queremos seguir luchando para que esta pueda ser también la felicidad de ustedes. Es una promesa.

Marcela Alejandra Macagno 

Carmelita Misionera Teresiana

  Versión descargable aquí:   4.- Testimonio 4_Marcela Macagno_Raquel llora por sus hijos