Entiendo tu indignación, porque lo tuyo es ponerte del lado de los pobres y marginados: publicanos, pecadores, prostitutas, enfermos, posesos, paganos, samaritanos y gente de mal vivir.
¿Qué sientes cuando ves…
… la riqueza y la ostentación de unos pocos y la carencia y el hambre de muchos?
… la vida relativizada y manipulada, y no un don para darlo?
… el abuso de poder que oprime y subyuga a tantos buscando sólo el propio beneficio?
… la cosificación de las personas que lleva a comercializarlas, explotarlas, usarlas y abusarlas?
… la violencia desmedida hacia la mujer, el tratarla como una posesión con el consiguiente “derecho” a hacer de ella lo que se quiere?
… la impunidad con la que actúan las mafias y redes de muerte?
Porque este es nuestro templo hoy: la Iglesia herida, vejada, asesinada, desaparecida, cosificada, invisibilizada, violentada, explotada, comercializada… ¿Sientes esta indignación?
Y a ti, ¿Qué te indigna?…
Como bien dice Juan en el evangelio, Jesús es el nuevo templo, ya no de piedras ni de columnas, sino de carne y hueso, de sangre derramada por AMOR a todos, un templo que es a la vez escándalo y necedad, fuerza y sabiduría de Dios; un templo que ya no levanta el látigo sobre otros, sino que se deja herir hasta la muerte por amor a otros. La indignación no es la emoción con la que se queda, lo es el Amor que lo mueve a la donación total, mostrando de esta forma que el camino no es “usar, comercializar, abusar” sino darse, entregarse, amar hasta el extremo.
¡ATENCIÓN! Dejémonos afectar por la ira y el coraje, no caigamos en la indiferencia, como “si no pasara nada” o en dar vuelta la cara ante lo que “no se puede cambiar”.
¡ATENCIÓN!, a ejemplo de Jesús no nos quedemos sólo en estas emociones, sino dejemos que nos movilicen, que nos lleven a sentir la necesidad de construir algo nuevo y comprometernos con ello; que sean el motor para lanzarnos decidida y valientemente a ser voz de los sin voz porque ya no se puede callar lo injusto, lo que hace sufrir, lo que denigra al ser humano o lo que lo reduce a mercancía. Quien se siente indignado clama por una dignidad que ha sido herida.
“Marcha, preséntate en batalla contra ellos; yo estaré contigo” MR 17, 16.
“Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1Cor 1, 25)
CARMELITA MISIONERA TERESIANA
Descargar texto aquí: III Domingo de Cuaresma_Qué te indigna