Dios nuestro, espíritu vivo en el adviento, siempre que tú me guíes, que me sigas llamando e invitando a anunciar tu belleza, a restaurar tus heridas, a tejer comunión; siempre que me sigas espejando e invitando a la conversión, viviré en paz, en esa paz inalterable de la que tantas veces Palau predicó.
Siempre que tu certeza me acompañe, siempre que acepte que la obra es tuya y que no me deje llevar por mi autosuficiencia, siempre que entienda que tu no abandonas a tus hijos y que incluso en el dolor más profundo, tu estás ahí cuidando y sufriendo con tu pueblo… entonces, seguiré anunciando tu Reino, que soy parte viva de esta Iglesia valiente. Entonces, seguiré pregonando que la vida la pena, profetizando esperanza, Pasión y coherencia. Entonces, solo entonces, comprenderé que no “puedo menos que corresponder a tu amor”, anunciar y predicar que existes, que eres infinitamente bella y amable, Iglesia.
Así y solo así, comprenderemos qué significa ser profetas de esperanza, y anunciar por los desiertos de la vida que la salvación está cerca, que se puede vivir de una forma distinta, que no estamos solos y que en la dificultad Dios mismo es nuestra fuerza, que lo torcido será enderezado y lo escabroso será camino llano.
Así y solo así veremos la gloria de Dios, si mantenemos viva la esperanza.