pequeña entre las aldeas de Judá,
de ti saldrá el jefe de Israel,
que se levantará para pastorear a su pueblo,
y él mismo será la paz
¡Cómo y cuánto necesitamos esta visita!
Como humanidad estamos viviendo un momento que en muchos sentidos nos lleva a vivir con incertidumbre, con temores: la pandemia que no termina, el calentamiento global, los muchos rostros de la violencia que hacen presentes en nuestra sociedad…
Y hoy se nos promete que en la pequeña Belén de Judá nacerá el que es nuestra paz, el que se levantará para pastorear a su pueblo con la fuerza y la majestad del Señor, su Dios y entonces conoceremos la paz. ¡Cómo no aferrarnos a esa promesa que nace de lo profundo del amor de Dios por cada uno, por cada una!
¡Cómo no desear partir hoy mismo hacia la pequeña Belén para ser parte de este milagro pacificador! Pero, para ir primero tenemos que despojarnos de cualquier expectativa, deseo de grandeza, autosuficiencia, superficialidad.
- Encaminarnos a Belén es llevar el corazón abierto a la novedad de Dios, a sus modos, sus mediaciones, su lenguaje…
- Encaminarnos a Belén es también, querer acercarnos a ese espacio donde educar la mirada, aceptando dejarnos alcanzar por lo humilde, por “la periferia”, como diría el Papa Francisco.
- Encaminarnos a Belén pide ir con el corazón dispuesto y los oídos abiertos para acoger el susurro de Dios, la palabra misteriosa que allí va a pronunciar para nosotros, como individuos, como comunidad, como humanidad.
Hay que ser valientes para peregrinar a Belén, porque allí, en la sencillez de esta aldea de Judá, nos vamos a encontrar con Alguien que va a transformar toda nuestra existencia, que revolucionará nuestros afectos, como le pasó a Isabel, que al ver llegar a María se estremece de asombro y alegría y llena de júbilo exclama: ¡Bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?
Si le abrimos las puertas a este amor, indudablemente pasarán cosas en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro mundo, en la Iglesia que somos. Belén es una maravillosa oportunidad de recrear la vida, la fe, la ternura, la fraternidad.
Este domingo es Jesús quien nos visita y nos adelanta el gozo de un encuentro ya cercano y eso nos alegra el corazón… A Navidad somos nosotros quienes nos acercamos para encontrarnos con el amor de Dios que viene de la manera más inesperada: una joven nazarena, un pequeño poblado, un pesebre, un niño….
Como Isabel, en este día dejémonos visitar por el amor de Dios y que sea Él mismo quien nos prepare para el encuentro allá en la pequeña Belén.
CARMELITA MISIONERA TERESIANA-AMÉRICA
Descargar aquí: IV Domingo de Adviento 2021