Pero estas aclamaciones de alegría durarán poco tiempo, como escucharemos en la lectura del Evangelio con la Pasión del Señor, pues inmediatamente resonarán los gritos hostiles contra Jesús, quién, a pesar de ser inocente, fue condenado a la muerte en la Cruz. Muchos de los que gritaban “Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor”, el próximo viernes gritarán “crucifícalo, crucifícalo”, y lo llevarán hasta la Cruz.
Jesús es el Rey aclamado por el pueblo, el Mesías esperado de los tiempos, pero su actitud, montado sobre un borrico, manifiesta que llega en modo de paz. La momentánea alegría del pueblo judío contrasta con las lágrimas de Jesús al llegar a Jerusalén y comprobar la obstinación de su corazón, cerrado al amor y a la misericordia divina.
El relato de la Pasión, su escucha y los sentimientos que suscita, sitúan al cristiano muy cerca de Jesucristo y de sus sufrimientos, puesto que será traicionado, insultado, flagelado y crucificado. Su ejemplo de obediencia y docilidad al querer de Dios, de amor efectivo y de cumplimiento de la voluntad divina, es la más evidente expresión y el gesto más profundo y auténtico del amor divino, que llega hasta derramar la última gota de sangre para salvarnos a todos. Él amó a los hombres y se entregó por ellos, para salvarlos.
En la lectura de la Pasión recordaremos la entrega total de Cristo por nuestra salvación. Ese es su deseo y el motivo de que acepte el sufrimiento: su amor al Padre y su amor por cada uno de nosotros. La lectura nos prepara para todo lo que vamos a vivir durante toda la semana. En ella podremos profundizar con todo detalle en lo que Jesús ha hecho por cada uno de nosotros.
Entre los muchos personajes que aparecen en la narración, la mayoría gente común del pueblo, algunos quedan afectados por lo que estaba sucediendo: Simón de Cirene es obligado a ayudar a llevar la cruz con Jesús; las mujeres de Jerusalén se lamentan al ver el sufrimiento de Jesús; el buen ladrón, que comprendió su inocencia y que le pidió que se acordara de él cuando entrara en su reino; el centurión, que confesó al verle morir que era un hombre justo; las mujeres que lo seguían desde Galilea y lloraban a verlo pasar cargado con la cruz; José de Arimatea que se preocupó del cuerpo de Jesús y de enterrarlo, … ¿Que siento y quiero hacer yo ante la Pasión de Jesucristo que entrega su vida por mí como expresión del amor que Dios me tiene? ¿Tengo miedo de la Cruz?
El Padre Palau nos da un ejemplo en los momentos difíciles:” Luego, extendiendo otra vez su mano derecha, me dijo: «Marcha, anuncia al mundo el perdón y la remisión de sus pecados». Y al entregarme la cruz, añadió: «Este es el signo de la redención y de la misericordia de Dios sobre la tierra; con su virtud destruirás el reino del pecado». Mis Relaciones N°20, Abril 1864 p. 740”
La historia de la vida de cada hombre es la historia de la misericordia de Dios, de la solicitud de Dios. Cada hombre es el objeto de las predilecciones de Dios. ¿Soy consciente de ello?
La liturgia de estos días de Semana Santa es muy rica en signos. Aprovechemos para profundizar y vivir con ellos estos momentos tan sublimes de nuestra salvación. A partir de ellos podremos gozarnos con la participación o asistencia al ejercicio piadoso y bello de los pasos y otros elementos de las procesiones.
Pidamos a la Virgen María, tan íntimamente ligada a la pasión de su Hijo, que nos ayude a vivir este misterio tan grande de amor de Dios por nosotros. Intentemos adentrarnos en el corazón de quien, por nosotros, ha sufrido la pasión y la muerte en la cruz, los que sufren a causa de la guerra, el hambre, la enfermedad y otras miserias.
CARMELITA MISIONERA TERESIANA – ÁFRICA
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