"El Verbo se hizo carne y vivió entre nosotros..."
Esta es la razón misma de nuestra alegría, una realidad que nos da esperanza porque tenemos un Dios que vive en medio de su pueblo. Un Dios que no está distante, que comprende perfectamente nuestra miseria, sufrimientos, penas y dificultades, porque Él mismo las soportó todas. Su Encarnación, abarca toda nuestra suciedad, nuestra pecaminosidad, purga nuestros pecados y nos da la salvación. Él es el único Dios que puede limpiarnos de nuevo, puede restaurar nuestra belleza, nos devuelve la esperanza y nos da motivos para alegrarnos siempre. Porque su amor es infinito por todos y cada uno de nosotros, nos amó inmensamente y nos ama locamente. Una realidad que es incomprensible, incluso más allá de nuestra comprensión, pero es VERDAD, y es REAL. Esta verdad nos da paz, nos enseña a amar y nos da la capacidad de amar inmensamente también.
Que la natividad de nuestro Señor, nos dé la gracia de simplemente dejarnos amar por Él. Permitir que Su profundo amor sea sentido y experimentado hasta lo más profundo de nosotros mismos; que nos transforme y nos haga nuevos, para que, podamos ser un Cristo para los demás, la buena noticia para los demás, anunciando la paz y proclamando Su salvación.
CARMELITA MISIONERA TERESIANA – ASIA