Del libro memoria de la Beatificación Francisco Palau

“… No eran buenos presagios de tiempo los de la tarde romana del día anterior: hoy ya empezaba a cubrirse el cielo. De hecho, en la mañana del domingo 24 de abril estaba encapotado y con signos evidentes de la proximidad de la lluvia. Y así fue. Una vez iniciada la celebración, apareció y con abundancia.

Temprano, antes de las 7:30 h ya había gente esperando que se abriera el acceso a la plaza de San Pedro. A esa hora se comenzó a entrar y ocupar los respectivos puestos según billete asignado. Dos horas de espera pasadas entre el ansia de la ceremonia, el murmullo del público que se colocaba y los saludos entre hermanas, que precisamente venían a coincidir y encontrarse en esta plaza universal, la más famosa de la cristiandad.

Esta vez Francisco Palau volvía a Roma, a la basílica de San Pedro. Como lo había hecho en dos ocasiones hace más de un siglo (1866 y 1870), y volvía a repetir la confesión de Pedro: hola tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo. Pero en una circunstancia más favorable: el mismo sucesor de Pedro, hoy San Juan Pablo II, le iba a proponer como modelo de santidad para toda la iglesia.

Entre los grupos especiales de peregrinos, cabe destacar la presencia en la beatificación de 34 familiares del padre Palau, que con gran ilusión prepararon ese viaje tan significativo para su viejo tronco familiar. También estaba presente la señora Beatriz Torres, viuda del señor Leoncio Godoy Méndez, el colombiano favorecido con el milagro de la curación por la intercesión del beato.

En la zona del altar papal, la parte más elevada de la plaza, cercana a la gran fachada, hoy se notaba más movimiento, ultimando detalles; cardenales y obispos no con celebrantes que ocupaban sus puestos; hoy el maestro de ceremonias y ayudantes que revisaban los últimos preparativos. En el sector derecho del altar, en primera fila, estaban colocadas las superioras generales de las dos congregaciones palautianas, la representación oficial española presidida por el excelentísimo señor don Tomás de la quadra Salcedo, Presidente del Consejo de Estado, de ella formaba parte el embajador de España ante la Santa Sede, excelentísimo señor don Jesús ezquerra Calvo. Allí se encontraba también el cuerpo diplomático.

En un determinado momento, atravesaron la zona un grupo de jóvenes sieneses (la patria de la beata Savina Petrilli) Ataviados con traje medieval, los cuales se colocaron en las puertas del atrio de la basílica y desde allí, con sus banderas tambores y trompetas anunciaron la salida del cortejo papal.

Fueron repartidos los libros para seguir toda la ceremonia, esta vez editados con mucho gusto pues en la portada y en el interior, las distintas partes del rito iban separadas con reproducciones a todo color de los famosos mosaicos bizantinos de las basílicas de Ravena en Italia.

Alrededor de las 9:23 h, el coro compuesto por religiosas y la Capilla Sixtina, entonó el canto de entrada “Jubilate Deo in voce exsultationis” (sal 46). Y puntualmente a las 9:30 h comenzó a salir la procesión de los concelebrantes por el portón central del atrio de la basílica. Al final el Papa con casulla blanca y dorada apoyado en el báculo plateado de Cristo crucificado, y usando para esta ocasión la misma mitra de Pablo VI, la de los cuatro evangelistas. Un largo aplauso acogió su presencia y el saludo que hizo a las distintas partes en la plaza antes de disponerse a la celebración.

Concelebraron con el Papa, 24 ministros entre obispos y sacerdotes: los ordinarios del lugar de los nuevos beatos, entre los cuales estaba el cardenal de Munich, Friedrich Wetter; los cardenales vicario de Roma, Hugo Poletti y Eduardo Pironio; el arzobispo de Tarragona, Ramón Torrella Cascante; el obispo de Lérida, Ramón Malla Call; el obispo auxiliar de Barcelona, don Luis Martínez Sistach y otros obispos; el general OCD, Felipe Sainz de Baranda, el provincial OCD De Cataluña y Baleares, Gabriel Beltrán; el párroco de Aitona, don Antonio Guardia, y también el padre Carlo Laudazzi OCD, profesor del Teresianum de Roma.

Inmediatamente después el acto penitencial comenzó el rito de la beatificación. Eran las 9:40 h Monseñor Antonio Ambrosiano, arzobispo de Spoleto, solicitó explícitamente la beatificación de los cuatro siervos de Dios; luego cada arzobispo diocesano leyó la síntesis biográfica del correspondiente siervo de Dios y posteriormente, la asamblea se puso en pie para escuchar la solemne declaración del papá hecha en latín en que declaraba que los venerables siervos de Dios Pietro Bonelli, Francisco de Jesús María José Palau y Quer, Kaspar Stanggassinger y Savina Petrilli,  fueran nombrados beatos de ahora en adelante.

Eran exactamente las 9:58 h de la mañana, había comenzado a llover unos minutos antes y no cesaría hasta pasadas las 13:00 h de aquel día.

Esta proclamación del Papa fue acogida por un largo y sonoro aplauso de la multitud, a la vez que se descubrían los tapices de los nuevos beatos, que colgaban de los balcones en la fachada principal de la Basílica; el del beato Francisco Palau, obra del artista franciscano Andrea Martini, era el primero de la izquierda a partir de la puerta central.

… cuando el Papa, en su homilía, comenzó a referirse a Francisco Palau, lo hizo precisamente bajo la figura del Buen Pastor, que él mismo realizó en la predicación, las misiones populares, la catequesis. Entonces habló en español y catalán. Más directa fue la referencia, como un reconocimiento de la Iglesia a nuestra misión congregacional, cuando dijo que encarnábamos y prolongáramos en ella el espíritu de ese apóstol:

La obra predilecta del padre Palau es la Fundación del Carmelo misionero que se inspira en la Santa reformadora y en San Juan de la Cruz. Sus hijas espirituales, las Carmelitas Misioneras Teresianas y las Carmelitas Misioneras, encarnan y prolongan en la iglesia el espíritu de ese apóstol.  Fieles a su carisma., quieren hacerse presentes hoy:

“allí donde la caridad ejerce sus actos y funciones”.