50 AÑOS AL SERVICIO DE LA IGLESIA

 Bajo el lema “Ella (la sabiduría) es árbol de vida para quienes la abrazan”, fuimos convocadas como grupo “Bodas de Oro 1970-1974” en nuestra casa General-Roma.

El primer encuentro estuvo a cargo de la hermana Inés Fernández, responsable del grupo, que dio comienzo a la jornada invocando la ayuda del Señor, protagonista de estos días. A continuación se dio lectura al mensaje de nuestra animadora general, María José Gay Miguel, que fue acogido en lo más profundo de nuestro corazón. Después de una lectura silenciosa y reflexiva, lo compartimos resaltando aquello que más nos había impactado e interpelado en nuestra vida de fe. Lo podemos resumir en una acción de gracias a Dios y a todas las personas que nos han ayudado en nuestro caminar por nuestra historia vocacional.

 La hermana Inés Fernández nos invitó a reflexionar sobre el símbolo  del árbol de la vida, aplicado a la nuestra. Nos detuvimos en cada una de las partes del árbol: Raíces (Cuáles fueron nuestros inicios). Tronco (la fuerza que nos sostiene). Hojas de color (Qué cosas bonitas tenemos para ofrecer). Aves (Qué personas hay en nuestra vida que nos han acompañado en nuestra trayectoria vocacional). Parásitos (De qué cosas deseamos desprendernos). Frutos (Cuáles han sido nuestros logros hasta el momento). Actividad que nos ha ayudado a hacer una relectura de nuestra vida y a encontrarnos con nosotras mismas, y eso ha sido una motivación e impulso para seguir adelante.

Los días del 2 al 4 la hermana María Luisa Berzosa, religiosa FI, desarrolló el tema “Mujeres misioneras hasta el fin, en perspectiva sinodal”.

Nos fue llevando por los caminos del seguimiento de Jesús, hoy, recordando nuestro caminar desde la primera llamada, siguiendo todo un proceso de amor: Somos mujeres, amadas, llamadas, pecadoras/perdonadas, invitadas-enviadas… con sentido de misión. Todo ello con perspectiva sinodal, compartiendo con nosotras su experiencia como moderadora en el Sínodo recién celebrado. Concluyó su intervención animándonos a ser mujeres consagradas en una Iglesia Sinodal, aquí y ahora.

Damos gracias a Dios por estos días de gracia que nos ha regalado a través de la persona, sencilla, cercana, acogedora y fraterna, de la hermana María Luisa Berzosa.

En medio de nuestras jornadas de trabajo y reflexión, hemos tenido espacios para visitar la Ciudad Eterna, y recorrer sus calles pensando “en tantos y tantos peregrinos que, durante siglos, han llegado hasta aquí para encontrarse con el centro de la cristiandad”.

(Continuará)