MENSAJE DE CLAUSURA
Queridas hermanas, hoy finalizamos nuestro XVI Capítulo General y quiero en primer lugar dar gracias a Dios porque este tiempo que hemos recorrido con actitudes tan importantes como la escucha, el diálogo, el discernimiento y todo en la comunión profunda que nos une como miembros de la misma familia.
Han sido días intensos de trabajo, días en los que hemos acogido con realismo y verdad la realidad que vivimos como Congregación. Días en los que hemos gozado de la fraternidad y de la experiencia carismática encarnada y también momentos en los que hemos sufrido por diversos motivos.
Todo absolutamente todo entra en el Plan de Dios que todo hace en favor de los que ama. Quiero agradeceros la confianza que habéis depositado en mi persona y en las hermanas con las que formaremos el Equipo General de Animación y Gobierno. Contamos con vuestro apoyo y oración. Ayudadnos a ser esas compañeras de camino que en este momento necesita la Congregación para el bien del mundo.
Es ahora en este momento, en el que empieza nuestra andadura, la de todas, porque sin duda un Capítulo General marca una diferencia, nos pone ante nuevos retos y nuevas opciones que debemos encarnar todas y cuando digo todas, me refiero a todas las hermanas, no solo a las que estamos aquí, y hemos formado parte de esta Asamblea Capitular.
De nosotras depende que lo que contemos sea motivo de alegría y de compromiso, por eso os pido y me comprometo a transmitir todo lo bueno, la vida, la experiencia de Dios que hemos podido vivir cada una y como comunidad Capitular. Nos llevamos el compromiso de ser custodias de la vida y renacer en comunión.
No quiero dejar de mencionar la importancia que ha supuesto la presencia de los laicos en esta asamblea, y si lo subrayo no es solo por lo significativo de sus aportes, sino sobre todo porque este hacer sinodal, es una puerta que debemos seguir atravesando en todas las presencias del carmelo misionero teresiano. No es optativo transitar con ellos caminos y seguir creando lazos de comunión en vistas a la misión.
Ellos-nosotras, la humanidad está necesitada de testigos que transparentan que las diferencias no son una amenaza, un problema, sino el lugar donde nuestro Dios se encarna, donde habita y se muestra cercano y compañero.
En estas palabras de clausura, quiero además expresar algunos agradecimientos:
Quiero agradecer en primer lugar a las diferentes comisiones: de presidencia, de liturgia, de redacción, de lectura de actas, de escrutadoras, de comunicaciones, de festejos, a las hermanas sacristanas… Con la aportación de todas, habéis hecho posible que nuestro encuentro haya sido más vivo, más participativo, más nuestro. Agradecer a hna. Sonia Mendoza, la secretaria externa, por sus desvelos y su gran compromiso en la fidelidad de las actas. Un gracias especial a hna. Adriana Montenegro, que con su sabiduría, dedicación y entrega ha facilitado un ambiente propicio para el diálogo, la reflexión, el discernimiento, la toma de decisiones, garantizando el buen desarrollo de nuestro Capítulo y la efectividad del mismo.
Gracias a las personas que nos han acompañado como iluminadoras en diferentes momentos en nuestro caminar capitular: Hnas Jolanta Kafka y Maria del Rosario Ríos. Hago extensivo este agradecimiento a M. Teresa Ruiz (Presidenta del MILPA), hna. Mª Socorro Morales (Presidenta ONGD EDUCAS) y José Soto (miembro de la Asociación ONGD EDUCAS) y hna. Marina Panera.
Gracias al cardenal Monseñor Joäo Braz de Aviz y a los Padres que nos han acompañado en la celebración de las Eucaristías: P. Miguel Llamazares, csj, el P. Pedro Deza, ocd, el P. Felicísimo Martínez, op y el P. Elías Royón, sj.
Quiero dar las gracias, a tantas personas que nos han acompañado y sostenido durante este tiempo con su oración.
Un gracias muy especial a las hermanas y personal de esta casa de la Compañía de María, que, desde antes de venir, y durante este tiempo, nos han atendido con una gran delicadeza. Con su entrega y servicio han colaborado al buen desarrollo del encuentro.
Un gracias muy grande al equipo de animación y gobierno anterior con quien he compartido ocho años de andadura, con quienes hemos buscado siempre el querer de Dios para la Congregación y de la Iglesia. Permitidme referirme en este momento a la hna. M. José Gay Miguel. Quiero agradecer especialmente su donación sin reservas; he sido testigo de su entrega, de su esencia de mujer luchadora, apasionada, comprometida a tiempo completo, una mujer que ha sabido leer los signos de los tiempos a la luz del Evangelio, dando respuesta en bien de nuestra Congregación y de la Iglesia.
Hoy iniciamos el adviento, tiempo de esperanza, con esta actitud tan importante y tan vital os invito a transitar estos ocho años que vienen por delante.
Cuento con cada una y podéis contar conmigo.
A María, mujer del Sí, de la acogida a la Palabra, mujer de fe sin garantías humanas, solo la de Dios, pido que nos acompañe, y junto a Ella y nuestro Fundador doy por clausurado este XVI Capítulo General.