1.- El amor no consiste en palabras sino en obras. Ante la pregunta del fariseo ¿quién es mi prójimo? Jesús no hace un discurso bonito sobre el amor sino que le deja ante un caso de extrema necesidad Aquel hombre que estaba medio muerto no tenía nombre. No se dice que fuera un judío o un pagano. Era simple y llanamente: un hombre. En la caridad no hay que mirar a las etiquetas que ponemos los hombres. Basta que sea una persona. El sacerdote y el escriba que bajaban “casualmente” por ahí… Ellos están acostumbrados a los caminos del Templo pero no frecuentan los caminos y las cunetas de los hombres con sus problemas… Dan un rodeo. Desde Jesús ya no se puede ir a Dios dando rodeos al hombre. El templo ya no es el gran templo de Jerusalén recientemente reconstruido por Herodes el Grande. El Templo es cada persona con sus derechos y su dignidad.

2.- El amor no consiste sólo en dar, sino en darse. El samaritano, el que nunca va al templo de Jerusalén, no pasa de largo sino que se queda con aquel que lo necesita… Lleva su marcha, su programa, su proyecto…pero ante aquel hombre deja todo y se pone a servirle… Le dio aceite, vinagre, le curó, le montó en la cabalgadura… Nos preguntamos qué hubiera pasado si el samaritano le hubiera dejado el aceite, el vinagre y la cartera… Pues que se hubiera muerto. ¡eso sí! Con la cartera a su lado… Lo montó en la cabalgadura… Y él se apeó…La caridad no consiste en dar sino en darse… Dar una limosna para que ese pobre deje de molestarme y no molestarme en decir cómo se llama, de donde viene. Qué le ocurre… no es amor cristiano…

3.- Jesús cambia la pregunta al maestro de la ley. Aquel maestro preguntó a Jesús: ¿Quién es mi prójimo? ¿Quién me está próximo, cercano, ¿quién se me aproxima para darle? Pero la pregunta de Jesús es otra: ¿Quién se hizo prójimo? ¿Quién se acercó al que lo necesitaba? El buen cristiano no espera a que el pobre venga a pedirme, a humillarse delante de mí. El buen cristiano dice: ¿Quién me necesita? ¿Quién necesita mi ayuda, mi dinero, mi tiempo, mi persona?… El prójimo no lo elijo, se me impone. Yo puedo cerrar los ojos para no verlo; pero no por eso él dejará de mirarme. Jesús tiene necesidad de mí: de mis manos, de mis pies, de mi corazón. Me necesita para servir a los más pequeños, los más débiles, los más abandonados.

« El centro es amar ». Y el amor no es entender, es sentir, conmoverse, acercarse, dar la mano, ser positivo, aceptar, actuar.

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – ÁFRICA