De nuevo ante Ti, Señor, intentando dejar resonar en mi corazón esta pregunta:
¿Quién puede separarme de tu amor?
Qué certeza, la que nos transmite Pablo: nada ni nadie nos puede separar de tu amor.
Qué responsabilidad, la mía: Yo, sí puedo. Puedo separarme de tu amor, lo mismo que puedo separarme del amor de mis hermanos/as. Puedo separarme de ti con el olvido, puedo separarme de ti decidiendo vivir sólo desde mí y desde mis propios intereses, puedo separarme de ti con el desamor.
Misterio profundo el de la libertad humana
Si elijo permanecer contigo tengo garantizada el agua que calma mi sed, el trigo que alimenta. No necesito dinero. Me lo das gratis.
Pero puedo elegir alimentarme de otras cosas que no saciarán mi sed de comunión ni mi hambre de sentido.
Puedo elegir vivir saciando el hambre y la sed de otros,
compartiendo mi pan, curando y aliviando la sed mis hermanos.
Puedo poner mi granito de arena y aliviar el dolor de 40.000.000
o puedo permanecer pensando sólo en mi bienestar y mis dolores.
Yo, sólo yo y mi egoísmo, mi ansia de poder,
mi deseo insaciable de saber o de tener, mi insensibilidad ante el dolor de mis hermanos, el cuidado de mi imagen por encima de todo…
sólo yo puedo separarme de tu amor.
¡Gracias por hacerme libre, Señor!
¡ELIJO PERMANECER EN TU AMOR!
CARMELITA MISIONERA TERESIANA – EUROPA