En este XXIV domingo, Jesús usa una parábola para mostrarle a Pedro que el PERDÓN DE LAS OFENSAS ES INAGOTABLE.
El ser humano no es nada sin Dios. Solo él puede liberar al hombre del pecado y de la muerte. Al dar a su único hijo, Jesucristo, para morir en la cruz para salvarnos del pecado, mostró el grado de su infinita misericordia.
¿Qué es lo que el siervo de este rey, en el Evangelio no entendió? Recibió la gracia de su deuda que lo liberó porque su jefe lo perdonó. Y es su reacción negativa e intransigente hacia su compañero que le debía dinero, lo que evidencia esta diferencia entre Dios y el ser creado.
Dios es siempre amor, misericordia, paciencia y es capaz de reparar nuestros daños y miserias. Nuestra actitud debe ser de acción de gracias, adoración y servicio al prójimo que necesita nuestro amor.
En ocasiones no es fácil perdonar, olvidar los insultos, las ofensas, la traición… Pero Jesús nos enseña que lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios y es Él mismo, eterna misericordia, el que nos capacita para poder reconciliarnos y perdonar.
Jesús con su parábola nos enseña que la clave está en el haber experimentado en carne propia la misericordia y el perdón de Dios. ¿quién de nosotros no ha experimentado en un minuto de su vida la gracia y la misericordia de Dios? Entonces ¿por qué somos tan duros cuando somos nosotros lo que debemos dar ese perdón? ¿dónde ponemos nuestro foco? ¿qué alimentamos en nuestro corazón: la ira, el rencor, la desilusión o el amor, la misericordia y el perdón? ¿cuál de esas actitudes libera nuestro corazón y nos acerca más a Dios?
Quien opta por el perdón tiene paz interior, un corazón liberado, sereno, ágil, capaz de entregarse por amor. Por el contrario, cuando uno se queda enredado en el rencor, se hace daño a sí mismo, pierde la alegría, la paz, la libertad.
Este domingo Jesús nos pone en bandeja la medida de nuestro perdón: “Perdonad y seréis perdonados” …
Quien ha experimentado el perdón de Dios está llamado a convertirse en testigo del perdón en su propia vida; el mandato del perdón es el mandato del amor: “Marcha, anuncia al mundo el perdón…” MR 1, 20.
«El Señor es bueno y misericordioso, lento para la ira y rico en misericordia» (Sal 102).
Señor, danos la gracia de poder perdonar como tú nos perdonas y de tener la fuerza para aceptar tu perdón a través del sacramento de la reconciliación.
Haznos misioneros de tu perdón y misericordia a través de obras visibles con los pobres y nuestro prójimo. ¡Amén!
CARMELITA MISIONERA TERESIANA-ÁFRICA
Versión descargable: DOMINGO XXIV