Con motivo de la fiesta de San José, ofrecemos este momento orante, inspirado en la CARTA APOSTÓLICA PATRIS CORDE del Santo Padre Francisco con motivo del 150º Aniversario de la Declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal.

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Hoy celebramos la fiesta de San José, esposo de María y padre de Jesús…

Este hombre singular, este padre entrañable nos muestra el silencio como camino para encontrarnos a nosotros mismos y dejarnos encontrar por la Iglesia, Dios y los prójimos.

Silenciamos pues nuestro corazón para adentrarnos en las entrañas de este hombre sencillo y humilde; generoso y disponible, que con su SÍ, fue cauce del Amor en el mundo…

Canto: Busca el silencio, ten alerta el corazón; calla y contempla.

 Silencio meditativo.

Dejamos que las palabras del canto que hemos escuchado nos hablen de San José y con libertad y confianza, comparte en una palabra, aquella característica suya que más le hable a tu vida… (Breve momento)

MOMENTO DE LA PALABRA

 Nos disponemos a escuchar la Palabra del Señor sabiendo que hoy Él quiere iluminar nuestra vida a través de la figura de San José…

Del Evangelio de Mateo:

 ««José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» […] Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús».

Al ponerle el nombre a Jesús, José asume plenamente su rol de padre. Un padre con un corazón muy especial que va moldeando, “tallando” el corazón de su hijo: un corazón cercano, compasivo, amigable, servicial, atento, entrañable…

 

Intercedamos:

Desde este corazón de padre y unidas al corazón de Jesús, intercedemos por toda la humanidad, especialmente por aquella necesitada de compasión, misericordia, amor…

  • Padre amado, que hiciste de tu vida un don total de ti mismo, de tu vida, tu trabajo, tu corazón y toda capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías nacido en tu casa, enséñanos a vivir en permanente auto donación y servicio a quienes tu nos encomiendas en el día a día.
  • Padre de la ternura, que nos enseñas a creer que Dios puede actuar incluso a través de los miedos, fragilidades y debilidad, haznos vivir relaciones respetuosas, inclusivas, dignificantes, solidarias y fraternas con los que más sufren: los marginados, los pobres, vulnerados, rechazados.
  • Padre de la obediencia, que al igual que María, diste tu Fiat a los planes y modos de Dios, ayuda al Pueblo de Dios y especialmente a quien tienen la misión de “pastorear”, a cultivar un corazón y una vida en total docilidad al proyecto y los caminos de Dios, asumiendo todas las consecuencias estructurales que eso puede implicar.
  • Padre en la acogida, que nos muestras que Dios puede darnos la fuerza para acoger la vida tal como es, para hacer sitio incluso a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionante de la existencia, intercede especialmente por quienes padecen depresión, vacío y sin sentido; que sepamos llevarles la luz y el calor del amor de Dios.
  • Padre en la valentía, que supiste transformar cada problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia, acrecienta nuestra esperanza y ayúdanos a perseverar y buscar caminos nuevos para solucionar las dificultades, desafíos y retos que nos presenta el mundo de hoy, especialmente la violencia, la guerra y las divisiones.
  • Padre trabajador, de quien Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo, intercede por todos los trabajadores y trabajadoras, para que sean siempre tratados con dignidad y justicia.
  • Padre en la sombra, que nos haces recordar que la paternidad nunca es un ejercicio de posesión, sino un “signo” que nos evoca una paternidad superior, inspira a todos quienes ejercen algún tipo de autoridad a vivirlo con tu lucidez y generosidad.
Concluimos orando juntos con la oración que el Papa Francisco ha dirigido a San José en su Carta Apostólica uniéndonos a su intención de pedir para toda la humanidad, la gracia de las gracias: la conversión.

Salve, custodio del Redentor

y esposo de la Virgen Maria.

A ti Dios confió a su Hijo,

en ti Maria deposito su confianza,

contigo Cristo se forjo como hombre.

Oh, bienaventurado José,

muéstrate, padre también a nosotros

y guíanos en el camino de la vida.

Concédenos gracia, misericordia y valentía,

y defiéndenos de todo mal. Amén.