Es una gran tarea, es desafiante y a veces intimidante, especialmente en un mundo que quiere olvidarse de Dios. Necesitamos en verdad su aliento para poder llevarla adelante. Y Dios lo sabe, por eso nos deja el Espíritu Santo, fuerza de amor y verdad.
“Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo”.
Muchas veces nos lanzamos a la acción y “enseñamos acerca” de Dios, “hacemos” numerosas cosas por la gente, por su bienestar… nos falta tiempo, le faltan horas al día; la gente lo agradece, lo recibe… sin embargo también muchas veces experimentamos ese dolorcillo interior porque que no hemos visto el enganche afectivo de esas personas con el Señor…
Testimoniar desde la experiencia tiene una fuerza que nunca dejará de asombrarnos, quien comparte lo que ha vivido convence, quien predica con el testimonio cuestiona, provoca, invita, despierta en el otro o la otra el interés por Dios y por el prójimo, los grandes amores de Jesús, por eso Pablo, desea a los Efesios
CARMELITA MISIONERA TERESIANA – AMÉRICA
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