Esta primera semana de Adviento nos invita a una espera expectante, deseosa de acoger al que ha de venir.

La primera lectura nos pone en actitud de peregrinación hacia Cristo, el Dios que viene a salvarnos y a llevarnos a todos a la comunión de su amor.

Por su parte, San Pablo, en su carta a los Romanos, nos llama a despertar del sueño, a despojarnos de las obras de las tinieblas y a revestirnos de la armadura de la luz; a comportarnos correctamente como en el día… y a revestirnos del Señor Jesucristo y a no hacer caso de los deseos de la carne (Romanos 11, 12-14). Una llamada a tener este tiempo de espera, a una preparación interior (para librarse del orgullo, la avaricia, la lujuria, la envidia, la ira y la pereza), A LIBERAR EL CORAZÓN (para perdonar, volver a amar y servir) con unos OJOS PENETRADOS por la LUZ DEL SEÑOR (para reconocer el camino dirigido a Él y atenta a las necesidades de su prójimo, especialmente de los más necesitados.

Asimismo, el Evangelio de Mateo nos ha pedido que estemos preparados en todo momento, porque no sabemos la hora en que vendrá el Hijo del Hombre (Mt. 24:44). Una llamada a la vigilancia, a reconocer al Señor que viene en la cotidianidad de nuestra vida, el mismo Dios que se entrega en la Santa Eucaristía y el Señor que ha de venir.

En esta primera semana de adviento, pidamos al Señor que aumente nuestro anhelo por Cristo nuestro Salvador, que fortalezca nuestra esperanza, para ser verdaderamente portadores de su luz y ser hombres y mujeres comprometidos con la difusión del amor de Dios.

CMT – ASIA

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