“Marchemos siempre, siempre adelante, hasta llegar a ser semejanza e imagen de Dios; adelante siempre” (EVV I, 3)

 

Desde la ciudad de Novelda (Alicante), lugar entrañable para la familia palautiana porque en ella reposan los restos de H. Teresa Mira García, dirijo un saludo fraterno a todos los que se acercan a este espacio para conocer un poco más al Padre Palau, su semblanza y la rica herencia legada a su familia religiosa y a todos los que conectan con su experiencia eclesial de entrega incondicional a la causa del Reino.

Su talante de buscador incansable lo llevó a poner al centro de su vida y de su obra los intereses de la Iglesia: Dios y los prójimos. Persona muchas veces incomprendida y perseguida en su camino de fidelidad creativa al Evangelio y posteriormente visto como un visionario, un místico, un profeta.

Recordar y celebrar el aniversario del encuentro definitivo del P. Palau con su Amada la Iglesia, es sentir y compartir el gozo de ser depositaria, junto a otras muchas personas, de un don, un carisma, un modo de ser y hacer que, con la fuerza de la Gracia de Dios, nos hace agentes transformadores de la realidad cuando somos creadores de comunión; cuando anunciamos la belleza del ser humano y restauramos, desde el compromiso y el cuidado, su rostro desfigurado por el dolor causado por el mal, en sus distintas expresiones; cuando nos ponemos a la escucha de las necesidades de la humanidad y respondemos movidos por la fuerza del Espíritu y la interpelación de testigos del Evangelio como el P. Palau que, con audacia y determinada determinación, guiado por la luz de la Palabra, se pone siempre en camino y se alza una y mil veces de las caídas. Con la misión recibida grabada en sus entrañas, este hijo de Teresa de Jesús nos invita a la entrega incondicional por amor en unos términos que siguen resonando con fuerza: “Marchemos siempre, siempre adelante, hasta llegar a ser semejanza e imagen de Dios; adelante siempre” (EVV I, 3).

Celebrar hoy “150 años de encuentros” en clave palautiana es hacer memoria de su gran encuentro con la amada Iglesia y de una infinidad de experiencias  sucesivas que se han dado en la “interior bodega”, donde solo el corazón de Dios y su criatura se encuentran; en las calles, donde la misión de restaurar la belleza del ser humano se hace urgencia; en los espacios fraternos, donde se fragua la comunión; en el lecho del dolor, donde acompañar con espíritu samaritano abre a la esperanza; entre los jóvenes, alentando la búsqueda de sentido; en la naturaleza y casa común, cuidando la vida en todas sus expresiones. Encuentros que han tenido como fin último la realización del sueño de Dios sobre la humanidad: que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado. (cfr. Jn 13, 34)

Con inmensa gratitud por haber recibido el don de la vocación al Carmelo Misionero Teresiano, invito a cuantos empatizan con la espiritualidad palautiana a ser tejedores de encuentros desde la mirada apreciativa que pone en valor al otro como alguien digno de ser amado y, desde la mirada contemplativa del que se siente habitado por el Dios Trinidad que es relación, diversidad y comunión.

A María, Señora de todas las Virtudes y Madre de la Iglesia confío esta nueva etapa de nuestra historia. 

 

Teresa Vives Pertusa

Animadora Provincial 

Provincia Francisco Palau de Europa