IV Estación

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

 

Lc 2,34-35: Simeón lo bendijo, y después dijo a María, su Madre:  Mira, este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel.  Será puesto como una bandera, de modo que a Él lo atacarán y a ti misma una espada te atravesará el corazón.

 

– En esta estación Palau exclama a María; Tipo Perfecto y Acabado de la Iglesia, una petición desde el fondo de su humano corazón:

«¡Apiádate de mí, oh Madre tierna! Abre, Virgen pura, tus brazos y recibe en tu seno a este mortal, y allí lleno de amor no podré dejarte de amar. Pero mientras viva… ¡Oh, qué tiemblan mis carnes y toda mi alma! Tengo a la vista un abismo, veo dentro de mí una caverna que me horroriza, veo una potencia para ofenderte, libertad para contrariarte, posibilidad para despreciar tu voluntad y hacer la mía; y esa potencia, esa posibilidad, esa libertad para hacer mi voluntad contra la tuya es la que me espanta.» (MR 20, 778)

Silencio Meditativo

¿He permitido que María, Tipo perfecto y acabado de la Iglesia, sea madre cuando yo lo necesito?

 

Descargar Estación