V Estación

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

 

Is. 63, 8-9: Dijo él: «ciertamente, ellos son mí pueblo, hijos que no engañarán. Y fue él su Salvador en todas sus angustias. No fue un mensajero ni un ángel: él mismo en persona los liberó. Por su amor y compasión él los rescató: los levantó y los llevó todos los días desde siempre»

 

– Con el Cireneo ayudamos a cargar la cruz, porque esa cruz también es nuestra cruz:

“Señor, hemos pecado; hemos cometido toda suerte de iniquidades y maldades; reos somos de muerte e indignos de poseer la Religión que Vos nos habíais confiado; justo sois, Señor y justo vuestro enojo; justo sois y rectos vuestros juicios. Pero atended, Señor y Dios nuestro, y mirad que Jesucristo vuestro Hijo, con su vida, pasión y muerte nos ha merecido la gloria y los medios para obtenerla, que son los que nos ofrece la Religión. Ahí está la sangre de Jesucristo, en la que están encerrados todos sus méritos”. (Lucha 40, 119)

Silencio Meditativo

¿Cuándo he sido yo el Cireneo?

 

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