“Raquel llora por sus hijos y se niega a ser consolada,
pues se ha quedado sin ellos.
Así dice el Señor: contén tus gemidos y tu llanto, reprime las lágrimas
de tus ojos, tus penas serán recompensadas, volverán, tus hijos volverán”.
Jer 31, 15-17
TESTIMONIO
Reencuentro de la madre con sus hijas
Luego de corroborar que las dos niñas eras las hijas desaparecidas de la Señora María, se procedió a facilitar el reencuentro. Una imagen entrañable: llanto a gritos y lágrimas y besos y abrazos interminables. No lo pueden creer. Sin parar, una y otra vez, se miran y lloran. Esa madre e hijas no entienden lo ocurrido, solo dicen que es un milagro. Esa mamá pidió que les diga a ustedes que no le alcanzará la vida para agradecerles, que ustedes son la prueba de que Dios existe. Al contarle que Ángel hizo posible esto dijo querer conocerla. Le explicamos que eso no es posible y ella dijo que monjita que encuentre, la abrazará y ayudará por el resto de sus días porque Dios le devolvió sus hijas con vida. Dios la escuchó.
“Nuestras obras hablarán por si solas y reflejarán lo que somos y de quién somos”. La boca puede repetir discursos y podemos ser muy doctos en teorías y bibliografías, pero las obras pondrán de manifiesto lo que realmente llevamos en el corazón. Por nuestras obras, por lo que testimoniemos y reflejemos muchos descubrirán que quizá si hay un Dios que existe, que escucha, que acompaña, que consuela. ¡La humanidad necesita de Dios!¡Necesita redescubrir la verdadera imagen de Dios padre/madre, amoroso, misericordioso y cercano! Y para ello necesita de nosotros, de gente que libre y generosamente quiera ser instrumento dócil en sus manos. La obra es suya y quiere hacernos partes. El nos necesita ahí, al lado de su pueblo, cercano/as a los que sufren, ahí mismo “donde parece que los pobres no cuentan”.
Crear comunión, restaurar, embellecer, escuchar y responder, toda nuestra fuerza carismática y misionera, al servicio de la vida que clama, que llora desgarradoramente, quebrada por la impotencia e injusticia. Ellos necesitan a Dios, ellos nos necesitan ahí, como luz, aunque sea pequeñita, de que Dios existe y no les ha abandonado. A veces la noche puede ser muy cruel y sin esa luz, la desesperación se vuelve insoportable. Invitarte a que leas el siguiente testimonio y lo dejes resonar en tu corazón:
(La madre llora desconsolada mientras abraza a su hijo).
– Díganle a ese ángel y su ejército, gracias de mi parte, porque ha hecho lo que hasta ahora nadie había hecho por mi: devolverme lo que más deseaba. Solo un ángel podía hacerlo. Solo Dios sería capaz. Cuando me llamaron para darme la noticia, no podía creerlo, pensé que me estaban jugando una broma pesada.
Pero al verlo cruzar por esa puerta se me aflojaron las piernas y se me salió el corazón. ¡Está vivo!¡Está vivo!¡Me lo devolvieron!
No hay peor cosa que la incertidumbre, desespera, es como un cáncer que te come por dentro. Incertidumbre si está vivo o muerto, cerca o lejos, si volverá o jamás lo hará.
Angel tu sabes bien lo que has hecho, porque el que da la vida sabe lo que significa esto. La vida y las mil vidas que me queden será para agradecerte tanto amor. Gracias a ti y a todos los que contigo están regresándonos a nuestros niños y jóvenes, algunos ya serán adultos.
En este barrio aún hay 13 desaparecidos, es tierra de nadie, los pobres no valemos, a los pobres nadie escucha, a los pobres nadie les hace justicia.
Las familias de este barrio reclamamos la vida de José (desaparecido hace 9 años), las trillizas (7 años desaparecidas), José (6 años desaparecidos), 4 “Marías” (3 años desaparecidas), María (un año desaparecida) y María (cuatro meses desaparecida).
Porque hay muchas vidas aguardando, porque si hay 40.000.000 millones o más de víctimas, hay 40.000.000 de familias destrozas es que digo sí, porque la Iglesia me ha consagrado por ellos, para dar la vida, para gastarla por el reino y a favor de la verdad, la libertad y la justicia.
Quiero ser esa luz encendida que anuncie al mundo que Dios sigue presente, luchando codo a codo y a brazos partido por sus hijos, por su pueblo. Quiero ser esa luz de esperanza que sostenga el dolor desgarrador de los que aún esperan, de los que no se saben escuchados.
Y a ustedes familias, no seremos muchos, ya lo he dicho, pero tampoco somos pocos, somos un puñadito de gente dispersos en el mundo que queremos seguir luchando para que esta pueda ser también la felicidad de ustedes. Es una promesa.
Marcela Alejandra Macagno
Carmelita Misionera Teresiana
Versión descargable aquí: 4.- Testimonio 4_Marcela Macagno_Raquel llora por sus hijos