DÍA 6º DE LA NOVENA
En este sexto día de la novena, reflexionaremos en torno a la figura de Ester, la bella mediadora
Cuando uno lee el Libro de Ester, es casi imposible no reír. La narración está llena de carácteres exageradamente inmaduros. Imaginaos que el rey destrona a su reina porque desobedece una de sus órdenes, por miedo a que todas las mujeres de su reino tomen de su ejemplo y ya ningún hombre será nunca respetado por su mujer… O que su segundo a mando mande matar todo un pueblo porque uno de este pueblo no se arrodilla cuando él pasa por las calles… Suena increíble, ¿no? Pero una deja de reír cuando piensa que nuestro mundo real está lleno de gente así, inmadura y exagerada en sus reacciones, y que están gobernándonos. La ambición es uno de los males, también en nuestros días.
En este mundo vive Ester. Es una joven bella y sobreprotegida. Desde pequeña estuvo mimada por Mardoqueo, luego por los eunucos de palacio y por el mismísimo rey. Su vida era acomodada, segura. Nunca tuvo que tomar decisiones ni ser valiente. Oculta su verdadera identidad debajo de su nombre. Su posición le hace creer que a ella nada malo le va a pasar, incluso si matan a todo su pueblo. Hasta que Mardoqueo le saca de sus convicciones erróneas diciéndole: “No te creas que por estar en la casa del rey te vas a librar tú sola entre todos los judíos, porque si te empeñas en callar en esta ocasión, por otra parte vendrá el socorro de la liberación, mientras tú y tu familia pereceréis” (Est 4,13-14). Esas palabras le hacen despertar y actuar: su carácter es muy débil, casi se desmaya cuando tiene que aparecer delante del rey, pero incluso un instrumento tan débil puede ser usado por Dios para salvar a su pueblo. Ester logra salvar a los judíos y Dios revierte la suerte: ahora los enemigos del pueblo son los perseguidos y atacados, mientras que los judíos ya por siempre celebrarán ese acontecimiento como su fiesta de Purím.
Y en la sombra miré atento la incomparable belleza de la Hija de Dios […] ¡Hermosa Ester! Tu belleza indescriptible no pasará jamás… represento la eterna belleza de Dios.
MR 4, 17
En los escritos de Francisco Palau, Ester representa la belleza de la Iglesia. Es tanta su belleza y su efecto, que es capaz de obtenerlo todo de Dios, todo a favor de su pueblo. El pueblo judío de entonces, como la Iglesia en tiempos de Palau y en los nuestros, vive en un ambiente hostil, pagano. Tienen que ocultar su verdadera identidad, y a veces son forzados a colaborar con las fuerzas opresoras. El Libro de Ester presenta una alternativa: colaboración y convivencia, pero sin que uno deje de ser quien es, sin perder lo esencial, la verdadera identidad. La belleza que Palau descubre en Ester le interpela y llega a convertirse en su misión: “Mi misión se reduce a anunciar a los pueblos que tú eres infinitamente bella y amable y a predicar que te amen. Amor a Dios, amor a los prójimos: este es el objeto de mi misión. Y tú eres los prójimos formando en Dios una sola cosa” (MR 12,2).
La actualidad del personaje de Ester es más que patente. Vivimos en un mundo al que los valores evangélicos le quedan lejanos: mundo dominado por malsana ambición, inmadurez, favoritismos, intolerancia a lo distinto, que provoca divisiones y hasta odios en la sociedad y en la Iglesia. Insertas en esta situación, a veces escogemos esconder nuestra identidad, no ser tan “radicales” en nuestro modo de vivir. Otras veces pensamos que nuestra posición social de consagradas o creyentes nos garantiza una vida segura y acomodada. Es fácil olvidarnos que somos miembros de un solo cuerpo con los débiles, sufrientes, pobres, perseguidos, maltratados, vendidos. Es fácil olvidarnos que cuando un miembro sufre, todo el cuerpo sufre.
Necesitamos que se nos despierte, necesitamos dejar de callar en frente de injusticias. Necesitamos sacar toda nuestra belleza, la de hijas e hijos amadísimos del Padre, la de esposas de Jesucristo, la de las seguidores que se dejan llevar por el Espíritu Santo, y ponerla en defensa de los necesitados. La belleza de la Iglesia, tan amada por Francisco Palau, vive en cada una de nosotras. Como nos recuerda el Papa Francisco: “Todo está interconectado”. No dejemos que la comodidad de nuestra posición en la Iglesia y en la sociedad nos haga indiferentes ante el sufrimiento de los nuestros, del cuerpo que es también nuestro.
¿Qué realidades de tu entorno más cercano necesitan ser restauradas en su belleza?
Para terminar esta reflexión, leamos un fragmento de la Carta de San Pablo a los Corintios recordando que en verdad somos un solo cuerpo y los sufrimientos de cada miembro son también nuestros, y que no nos podemos quedar indiferentes.
“El cuerpo humano, aunque tiene muchos miembros, es uno; es decir: todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, forman un solo cuerpo. Pues así también es Cristo (…) Pensemos que los miembros del cuerpo que consideramos más débiles, son indispensables; y que solemos cubrir con mayor dignidad a los que nos parecen más viles. Así, a nuestras partes menos honrosas las vestimos con mayor recato, pues nuestras partes honrosas no lo necesitan. Dios ha formado el cuerpo dando más honor a los miembros que carecían de él, para que no hubiera división alguna en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros. Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él; si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su alegría” (1Cor 12,12.22-26).
Intercesión
Intercede por los sufrimientos de nuestros hermanos, miembros de nuestro Cuerpo.
(Canto a elección)
Pidamos la gracia que deseamos por intercesión del Beato Francisco Palau.
¡Oh Dios, Padre omnipotente y misericordioso!
Te damos gracias y te bendecimos
porque infundiste en el corazón del Beato Francisco Palau
un amor singular a la Iglesia, cuerpo místico de Cristo,
le descubriste su belleza figurada en María,
y lo iluminaste para servirla con la oración y el apostolado.
Concédenos su pronta canonización en la Iglesia
y ahora la gracia especial que por su intercesión te pedimos.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.